Sé que el maestro-profeta Friedrich Wilhelm NIETZCHE, cuyas
elementales lecciones intenté fijar en el libro de COU que publiqué con Manolo
Ramírez y Manolo Moreno (editorial PreuSpínola), decía que el valor de una
persona se medía por la cantidad de soledad que podía soportar, él el solitario
que cazaba metáforas en las cimas alpinas de Sils-Maria y ocho años más tarde
se hundía en las simas de la locura.
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HACIA LOS SOLOS: No quiero que nadie, por mi actitud
despreciativa, cobarde, fría, pasota, inmisericorde… se sienta solo o sola: que
encuentre en mí y en todos los demás un
corazón amigo, abierto, comprensivo y nada enjuiciador de nada.
HORIZONTE: Quiero que todo el mundo, invadido, increpado,
inundado, sometido, vapuleado o engañado de mil maneras por esos “medios de
comunicación” incomunicadores, “publicidades”, “imposiciones de la moda o de
las ideologías”, etc. pueda resistir tantas presiones de falsa comunicación y
se encuentre consigo mismo/a, con su parte noble, sencilla, infantil y sana, y
se comunique en profundidad con su mejor yo. Es la dimensión positiva de la
soledad: el encuentro con uno/a mismo/a, que yo también quiero cultivar.
Enrique Robles
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