sábado, 27 de febrero de 2016

Globalización: una modesta reflexión sobre el tema

La palabra "globalización" no está registrada en el Diccionario de la Real Academia Española, aunque sin embargo, sí registra la entrada globalización, definiendo tres posibles acepciones (DRAE 2014) respecto a lo que aquí nos interesa:
1. Extensión del ámbito propio de instituciones sociales, políticas y jurídicas a un plano internacional. El Tribunal Penal Internacional es un efecto de la globalización.
2. Difusión mundial de modos, valores o tendencias que fomenta la uniformidad de gustos y costumbres.
3. Proceso por el que las economías y mercados, con el desarrollo de las tecnologías de la comunicación, adquieren una dimensión mundial, de modo que dependen cada vez más de los mercados externos y menos de la acción reguladora de los Gobiernos.
Wikipedia define el concepto como el proceso económico, tecnológico, político y cultural a escala planetaria que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo uniendo sus mercados, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que les dan un carácter global.
En un sentido restrictivo, si se atienden a sus consecuencias más destacables, esto es,  la "interdependencia económica creciente del conjunto de países del mundo", podríamos decir que sus efectos se extienden fundamentalmente en la dimensión económica. Sin embargo, aunque a un ritmo notablemente más lento, los efectos del proceso globalizador se extienden a la cultura, la política y la tecnología y por consiguiente están transformando las sociedades humanas.
Ya en 1961,  McLuhan, analizando el papel y la influencia de los medios de comunicación, anticipaba el tránsito hacia lo que definía como la "aldea global", en un proceso transformador que venía a superar las barreras que separaban las distintas sociedades humanas, Sin embargo, difícilmente puede negarse en el desarrollo del proceso globalizador, su carácter principalmente económico, con la "mundialización" del capital financiero, industrial y comercial.
I. La globalización económica y la revolución tecnológica.
La globalización económica (interdependencia económica creciente del conjunto de países del mundo) sería difícil de comprender sin tomar en consideración dos profundos cambios:
            a) la hegemonía de la corriente neo-liberal: la caída de la URSS facilitó la implantación de las ideas económicas del equipo de Milton Friedman, puestas en práctica primero en el Chile de Pinochet y desarrolladas/impuestas a través del FMI en sucesivos países latinoamericanos, así como en EE.UU., Canadá e Inglaterra, para sucesivamente extenderse, con mayor o menor intensidad en el resto de Europa y la OCDE.
La clara orientación neo-liberal de las políticas del FMI, las directrices resultantes de la OMC primero y de los Tratados para la Inversión y el Comercio actualmente en desarrollo (p.e. TTIP entre EE.UU. y Europa), defienden la "libertad de mercado", sin restricciones, como el modelo más acertado para organizar la actividad económica,  atribuyendo a la iniciativa privada la eficiencia que niega al sector público, incluso en los sectores claves de carácter social y cultural, tales como la Sanidad y la Educación, defendiendo la menor intervención posible del Estado en el ámbito económico, considerando el Estado del Bienestar como un modelo "proteccionista" a desterrar.
Para sus defensores, este modelo permite, mejor que ningún otro,  preservar la libertad individual, utilizar los recursos de la forma más eficiente y, en definitiva, promover el desarrollo y el bienestar de las sociedades humanas.
Sea porque su desarrollo desde los años 80 hasta ahora, no se ajusta a las previsiones de sus teóricos, o por otras razones, lo constatable es que el crecimiento de la producción y distribución/comercialización de bienes y servicios no ha podido eludir  
            - una "ineficaz e injusta" distribución de la riqueza, promoviendo una concentración dramática de la misma y la  consiguiente concentración de poder económico en unos pocos y la merma de capacidad adquisitiva en la mayoría de las economías domésticas, lo que distorsiona  las relaciones de poder en todas las sociedades, devaluando los mecanismos democráticos que existan, por un lado y,  por otro reduciendo la capacidad de consumo de los ciudadanos con la consiguiente contradicción que para un modelo consumista supone ello.
            -  una aceleración exponencial en el agotamiento de recursos naturales y en los desequilibrios en los sistemas naturales.
El modelo en su desarrollo  necesita, presenta o va acompañada de procesos tales como:
            - búsqueda del crecimiento, más allá de lo que las limitaciones de recursos y el equilibrio de los sistemas naturales aconsejan, acelerando el cambio climático y la desaparición de especies.
            - sociedad de consumo, que a medida que el proceso avanzó llevó al  endeudamiento de las economías familiares en los países más desarrollados, a fin de sostener el consumo y paliar el menor poder adquisitivo de la mayoría de la población.
            - libertad de movimientos de capitales y de mercancías (que no ha sido acompañada del libre movimiento de personas en general, como tampoco de un proceso de homologación en las condiciones laborales y de derechos sociales).
            - reiteradas crisis económicas (Sudamérica, Sureste Asiático), cada vez más graves, más globales, acompañadas de fuertes procesos especulativos. El capital financiero controla ingentes recursos económicos en todos los sectores y busca sistemáticamente una tasa de interés con la que remunerar no sólo a las grandes fortunas, también a los pequeños ahorradores.
             - privatizaciones de sectores productivos, antes en manos estatales, incluso de servicios públicos estratégicos, tales como transportes, energía, telecomunicaciones, así como la sanidad, la educación y la cultura, lo que supone una  merma del poder económico y la capacidad de gestión de los Estados nacionales.
            - reducción de impuestos en las sociedades desarrolladas para incentivar la iniciativa privada, acentuación del dumping fiscal y potenciación de los paraísos fiscales, con lo que la capacidad de los Estados que cada vez más limitada.
            - fuerte reducción del gasto público en los países desarrollados, prevaleciendo el equilibrio presupuestario a otras consideraciones, lo que conlleva recortes en políticas sociales y recorte en derechos sociales, considerando el Estado del Bienestar como un modelo a desterrar por proteccionista, desmotivador de la iniciativa individual  e ineficaz económicamente hablando.
            - un acentuado individualismo y una creciente competitividad a todos los niveles, con procesos de deslocalización de la actividad productiva hacia países con mano de obra barata, lo que se traduce para los países desarrollados en pérdida de garantías en los derechos laborales, precariedad laboral (temporalidad), movilidad geográfica y funcional, empobrecimiento de la población y una creciente desigualdad por la concentración de la riqueza en una minoría,  fenómeno éste aún más acusado en los países que están en vías de desarrollo..
            b) la denominada revolución de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación).
 Resulta difícil imaginar los procesos económicos aludidos sin las herramientas que las TIC han proporcionado, como es impensable las transformaciones culturales que se vienen desarrollando sin las mismas.
El término "global" en economía no se refiere a una economía internacionalizada, pues ésta ya lo estaba, con multitud de empresas multinacionales, sino al hecho de que las actividades estratégicas pueden desarrollarse "en tiempo real" a escala planetaria, y para ello, las TIC resultan imprescindibles. Las TIC han hecho posible la libertad de movimientos de capital y el control, gestión y especialización de la actividad productiva a nivel planetario, tanto en el sector primario y de producción de bienes, como en el de servicios.
El impacto de las TIC en la organización de la economía está cambiando la naturaleza del proceso productivo y del trabajo, resultando el procesamiento de la información y el conocimiento un factor determinante del éxito empresarial, determinando los procesos organizativos y una nueva división y naturaleza del trabajo.
II. La dimensión social, cultural y política.
El impacto de este modelo de desarrollo económico y de las TIC están presentes en el ámbito cultural, social y político. Las consecuencias son muy diferentes según el nivel de desarrollo y los modelos culturales, sociales y políticos de los que se parte.
Los cambios en la naturaleza del trabajo, dada la importancia que el mismo tiene como elemento central en la vida de las personas, unido a la orientación vital que promueven las sociedades de consumo, presentadas como paradigma del bienestar, están transformando la vida de las personas en las sociedades occidentales y  suponen un auténtico terremoto para las sociedades subdesarrolladas,
Asistimos a un proceso de aparente homogeneización socio cultural y política.  La potente maquinaria de los medios de comunicación y quizás sobre todo, de la industria del ocio y el entretenimiento y la difusión por Internet,  presentan un modelo de vida al que aspiran las sociedades subdesarrolladas, resultando inevitable el choque en múltiples aspectos con las culturas locales y las estructuras sociales y políticas existentes, por lo que tarde o temprano aparecen reacciones y movimientos de defensa. No es extraño que se hable de  un nuevo colonialismo, en el que las formas "occidentales" se presentan como el paradigma a seguir, idealizados por unos y demonizados por otros.
Esta situación no es nueva en la historia, pero sí la cualidad, intensidad y  ritmo con el que se presentan los cambios que promueven.
Lo que podría resultar un proceso altamente positivo, el contacto entre las diferentes culturas, se ve trastocado por el acelerado ritmo de las transformaciones y las desiguales relaciones que se establecen entre los países desarrollados con los subdesarrollados, amén de las que resultan de la explotación de sus recursos naturales, todo lo cual viene a añadirse al complejo y lento proceso que supone cualquier cambio cultural, bien entendido.
- el ritmo de las transformaciones económicas rompe el esquema de relaciones tradicionales, cambiando la naturaleza de las mismas, cambiando el significado del trabajo, las relaciones familiares, individuales y los modos de vida.
- los hábitos de la sociedad de consumo promueven una banalización del sentido de la vida, orientando la motivación y las energías personales a la posesión de bienes sin que ello contribuya a la mejora del bienestar humano, a la felicidad.
- la creciente individualización, la disolución incluso de la familia nuclear, los sucesivos cambios que la movilidad geográfica impone en el trabajo, junto a la reducción de protección en los sistemas sociales, haya donde existen, dejan al individuo cada vez más aislado.
- el desequilibrio de poder económico por la concentración de riquezas, así como por la gestión de las mismas por "profesionales ejecutivos" sin otro objetivo que conseguir la más alta rentabilidad, fracturan las sociedades democráticas, promoviendo el desmantelamiento de los servicios sociales para preservar el equilibrio presupuestario, evidenciando el vaciado de poder del Estado en favor de las grandes corporaciones, quienes cada vez más, no solo disponen de los recursos económicos, sino que controlan la información y la comunicación, así como los sectores estratégicos de investigación y desarrollo tecnológico.
- la fractura social que todo ello supone, deja al ciudadano ante un horizonte sin esperanzas para promover cambios, ya que los centros de decisión económico-políticos están más alejados y la información para formar criterios y opinión pública controlados, mediatizados.

Lorenzo González