La palabra humor se suele usar para
aquello que nos despierta la risa o la sonrisa. Pero es de tener en
cuenta que también hablamos de buen y de mal humor.
El estado de humor de una persona en
cada momento puede ser bueno, malo o expectante.
Esta última situación se da cuando
estamos envueltos en una situación en que nos urge actuar y nuestra
conciencia está apartada de la percepción de nuestro estado
anímico. También cuando voluntariamente se entra en estado
contemplativo y la consciencia se desliga de las propias emociones.
Por lo demás, en casi todo momento
consciente estaremos de buen humor o de mal humor, aunque hay grados
dentro de cada uno, según las circunstancias y personas.
Estar de buen humor es percibir que
la vida nos va bien, que se están cumpliendo nuestros deseos y
podemos estar satisfechos con nosotros mismos, que los inconvenientes
no son más que menudencias ridículas e irrisorias (no en el sentido
retórico, sino literal, porque producen risa).
Mantener el buen humor es estar
confiado en que la vida nos irá bien, que si tenemos obstáculos
podremos superarlos o bien que, de no poder hacerlo, encontraremos
una nueva situación de equilibrio donde sea posible nuestro
bienestar. Quizás renunciando a collares que valen más que los
perros, cosas que de verdad son innecesarias y que nos requieren más
esfuerzo que gratificación nos dan.
Tener buen humor conlleva sentirse
optimista ante el futuro. Pero para conservar esta actitud es
necesario ser prudente con los objetivos a que aspira uno en la vida,
conocer las posibilidades de uno mismo, saber hasta dónde puede
llegar uno, valorar qué situaciones pueden ser adversas y qué
malas reacciones podemos tener, para evitarlas y saber cómo
acomodarse.
El buen humor significa ser tolerante
consigo mismo y con los demás, en tanto que somos imperfectos y nos
equivocamos. Significa ser paciente con otros, en tanto cada uno
tiene una capacidad de asimilación, reacción y acción diferente.
El buen humor también consiste en
reconocer la torpeza, la propia y la ajena, como algo superable y que
no debe irritarnos. Y en el caso de nuestra torpeza hacernos reír.
El buen humor no sólo es alegría y
contento con uno mismo, también inteligencia al mirar los conflictos
por su lado cómico, provocar la risa y disipar los temores. En otros
casos hacer visibles los aspectos positivos o menos negativos de una
adversidad, despertar la sonrisa y producir consuelo.
Ser de buen humor es levantarse cada
día pensando en cómo llenarlo de ratos satisfactorios y a ver en
cada uno de los demás su lado más bello. Quitarle a cada conocido
las etiquetas que le hemos puesto y pensar que cada persona con quien
me trato a diario me puede descubrir hoy algo nuevo y bonito de sí
mismo.
Podríamos hablar de los
beneficios para la salud que con la risa se obtienen. De las
reacciones químicas en el cerebro, de las endorfinas, del descenso
de noradrelina, de la serotonina o de la melatonina. Pero antes de la
Salud están la Felicidad y la Longevidad, y tan sólo por detrás
está la Paz.
Al respecto, y concluyo,
dos dichos populares:
«La risa es la mejor
medicina del alma».
«Más vale caer en gracia que
dárselas de gracioso». Algo que intento recordar todos los días.