¿Qué discurso tiene Ud.? La Copa-Filo se introduce en el análisis de los
discursos posibles, el mío, el suyo, el nuestro.
Anuncié que abriríamos en canal nuestros discursos usando la
clasificación que hizo Lacan[i]
y aceptando que su máxima: “El inconsciente está estructurado 'como' un lenguaje”, era poderosa. Su teoría de Lalangue
también era seductora. Las palabras se introducen en nosotros y poco a poco
conforman la conciencia y el inconsciente. Es decir, las palabras y por tanto
los significantes, preceden al yo.
Tras un mes de lecturas tengo que expresar mi frustración. Es
imposible sacar algo en limpio de Lacan. Dado que es reconocido que su lectura
es difícil, su editor Jacques-Alain Miller,
llegó a decir: “Debe leerse a Lacan como se leen los textos místicos”.
Tiene muchos críticos y desde muchos campos: de la
ciencia, filosofía, lingüística, feminismo y como anécdota, he aquí una frase
que le dedicó Noam Chomsky: “En el caso de Lacan, por ejemplo –y aunque va a sonar mal-
tengo la sincera impresión de que era un charlatán deliberado y de que solo
trataba de jugar con la comunidad intelectual parisina para ver cuántos
disparates podía decir sin que dejaran de tomarle en serio. Digo esto en un
sentido bastante literal. Lo conocí personalmente”.
Tras ese recorrido he pensado utilizar parcialmente
el seminario 17 de Lacan[ii], para
contextualizar el debate, pero el análisis del discurso lo plantearé según
Foucault y Laclau.
Defino el discurso como: “cosa pronunciada o
escrita”[iii], muy
general, es verdad, pero si entramos en detalles nos perdemos. Cualquier
discurso posee un emisor o sujeto, un objeto o significado, un receptor, un
contenido lingüístico o significantes y un contexto. Emisor y receptor pueden
ser muy diversos, pero fáciles de entender. Un objeto o significado es de lo
que se habla o escribe, los significantes son las palabras que producen conceptos.
El contexto es quizás más importante que el discurso: una tertulia, un mitin,
un juzgado, una escuela, una consulta médica, una iglesia, una cárcel, un
periódico, una televisión, una red social, etc…los dejo para que utilicéis el
contexto como queráis en la tertulia.
Foucault en la referencia citada, hace dos primeras
entradas inquietantes: 1) ¿el discurso arranca conmigo o soy un eslabón en la
cadena de un discurso ya pre-existente y de duración indefinida? 2) la
producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida
por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los
poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y
temible materialidad. En una sociedad como la nuestra son bien conocidos los
procedimientos de exclusión. El más evidente, y el más familiar también, es lo
prohibido. Se sabe que no se tiene derecho a decirlo todo, que no se puede
hablar de todo en cualquier circunstancia, que cualquiera, en fin, no puede
hablar de cualquier cosa. Tabú del objeto. Sexualidad y política. Deseo y poder.
El discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de
dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel
poder del que quiere uno adueñarse. Nos estamos adentrando en los
significantes. Otra exclusión más allá de la prohibición: La oposición entre
razón y locura. El discurso valioso versus el que puede ser ignorado. Asunto de
máxima discusión: Quién merece ser escuchado, tertulias en “prime time”, cartas
al director en un periódico (nuevas versiones de la razón vs. Locura).
En los enunciados expresados hasta ahora los
podemos enmarcar como el discurso tipo uno de Lacan, el amo y el esclavo y el
resultado es la obtención de poder.
La tercera exclusión que señala Foucault es la
oposición entre verdadero y falso. Ciertamente, si uno se sitúa al nivel de una
proposición, en el interior de un discurso, la separación entre lo verdadero y
lo falso no es ni arbitraria, ni modificable, ni institucional, ni violenta.
Pero históricamente la verdad ha sido una convención y ahí es donde se
convierte en un sistema de exclusión. En el discurso de Lacan sería el discurso
de la universidad, del conocimiento, que puede tener por tanto dos resultados:
obtener poder, como el amo y el esclavo o producir más conocimiento, iniciado
por los clásicos griegos, para los que la verdad superior no residía ya más en
lo que era el discurso o en el que lo hacía, sino que residía en lo que se decía:
llego un día en que la verdad se desplazó del acto ritualizado, precioso y
deseable, de enunciación, hacia el enunciado mismo: hacia su sentido, su forma,
su objeto, su relación con su referencia. Pero este triunfo de la verdad en el
discurso ha conducido a los discursos disfrazados de verdad, para adquirir la
autoridad moderna y así volver de nuevo al discurso del amo.
Este discurso con voluntad de verdad (como lo denomina Foucault) ha suplantado a los
anteriores, pero para recuperarlos de otra forma, más actual, que permita de
nuevo la obtención de poder o
satisfacción del deseo. La voluntad de verdad, como prodigiosa
maquinaria destinada a excluir todos aquellos, que punto por punto en nuestra
historia han intentado soslayar esta voluntad de verdad y enfrentarla contra la verdad justamente allí en donde la
verdad se propone justificar lo prohibido, definir la locura, todos esos, de
Nietzsche a Artaud y a Bataille, deben ahora servirnos de signos.
Los discursos que tratan de desbaratar el edificio
de la voluntad de verdad podría ser lo que Lacan llama el discurso histérico,
aquel esclavo que sabe (tiene la verdad) y derrota al amo con el discurso,
aunque el amo se recuperará absorbiendo el discurso del esclavo, no por deseo
de saber, sino de recuperar el poder.
Visto ya el discurso desde el exterior, solo nos
queda echar la linterna al interior y aquí quiero colocar como faro a Ernesto
Laclau. Este filósofo argentino que, por cierto, murió en Sevilla el pasado 13
de abril, trabajó como profesor de teoría política en la Universidad de Essex,
donde fundó y dirigió durante muchos años el programa de postgrado en Ideología
y Análisis del Discurso, así como el Centro de Estudios Teóricos de las
Humanidades y las Ciencias Sociales. El programa de postgrado ha servido de
marco de investigación para el desarrollo de un tipo distinto de análisis del
discurso, que se basa en la teoría post-estructuralista (especialmente la obra
de Lacan, Foucault, Derrida y Barthes) con el fin de articular los análisis
innovadores de los fenómenos políticos (identidades, discursos y hegemonías).
Esta orientación teórica y analítica se conoce como la "Escuela de Essex
del análisis del discurso"[iv].
En primer lugar[v],
mediante una analogía vamos a definir los conceptos de significado y
significante que son los dos componentes básicos del discurso. Una pieza
musical romántica, compuesta por x notas y acordes. El significado es que es
una pieza romántica y el significante son cada una de las notas o acordes. Para
Kant existían significantes a priori,
es decir, trascendentales, con sentido y significado en sí mismos. Pero
Ferdinand de Saussure, a principios del siglo XX, ya enuncia que no existen los
significantes a priori, en
lingüística, que padre, no significa
nada si no se tiene noción de hijo,
madre, familia. Es decir, no hay términos positivos aislados, solo
diferencias y como corolario que el lenguaje es un sistema relacional y
diferencial. El lenguaje es forma y no sustancia. El avance del está noción formalista llevó poco a poco a la
“muerte del sujeto”, es decir, el sujeto no era el origen del significado,
sino, más bien, sólo cómo una localización particular más, dentro de una
totalidad significante; que fue el grito de guerra del estructuralismo. Finalmente, y ahí llega Laclau, los post-estructuralistas, aplican todo este
conocimiento al discurso como generador de poder. Así, Laclau introduce el
concepto de hegemonía. Los
significantes, relacionales y diferenciales crean identidades, pero existen en
el discurso una miríada de significantes
vacíos o flotantes, cuya definición es imposible en el conjunto de la
sociedad, hablante y oyente. Así pueblo, democracia, España, sionismo, dios, catalán,
igualdad, justicia, etc., tienen diferente significado. La lucha por la
preponderancia de uno u otro significado crea la hegemonía, pudiendo ser vista la competencia política como intento
de las fuerzas políticas rivales de fijar parcialmente estos significantes a
configuraciones significantes particulares. Sin embargo, ya que una
configuración ha sido actualizada por sobre las otras posibles, de esto se
desprende: (1) que la configuración realmente existente es esencialmente
contingente; (2) que no puede ser explicada por la propia estructura, sino por
una fuerza que tiene que ser parcialmente externa a la estructura. Aquí
cerramos el círculo y volvemos al principio con Foucault.
[i]
Jaques Lacan: El reverso del psicoanálisis.
[iii]
Michel Foucault: El orden del discurso. 1970. Edición de Tusquets. 1992
[iv] Townshend, See Jules (2003)
"Discourse theory and political analysis: a new paradigm from the Essex
School?"; British Journal of Politics and International Relations 5 (1):
129–142.
[v] Ernesto Laclau. Discurso. Publicado
en Goodin Robert & Philip Pettit (Ed.). The Blackwell Companion to
Contemporary Political Thought, The Australian National University, Philosophy
Program, 1993.
Gerardo
Grau