La palabra "globalización"
no está registrada en el Diccionario de la Real Academia Española, aunque sin
embargo, sí registra la entrada globalización, definiendo tres posibles
acepciones (DRAE 2014) respecto a lo que aquí nos interesa:
1. Extensión del ámbito propio de instituciones sociales,
políticas y jurídicas a un plano internacional. El Tribunal Penal Internacional
es un efecto de la globalización.
2. Difusión mundial de modos, valores o tendencias que
fomenta la uniformidad de gustos y costumbres.
3. Proceso por el que las economías y mercados, con el
desarrollo de las tecnologías de la comunicación, adquieren una dimensión
mundial, de modo que dependen cada vez más de los mercados externos y menos de
la acción reguladora de los Gobiernos.
En un
sentido restrictivo, si se atienden a sus consecuencias más destacables, esto
es, la
"interdependencia económica creciente del conjunto de países del
mundo", podríamos decir que sus efectos se extienden fundamentalmente
en la dimensión económica. Sin embargo, aunque a un ritmo notablemente más
lento, los efectos del proceso globalizador se extienden a la cultura, la política y la tecnología y por
consiguiente están transformando las sociedades humanas.
Ya en
1961, McLuhan, analizando el papel y la
influencia de los medios de comunicación, anticipaba el tránsito hacia lo que
definía como la "aldea global", en un proceso transformador que venía
a superar las barreras que separaban las distintas sociedades humanas, Sin
embargo, difícilmente puede negarse en el desarrollo del proceso globalizador,
su carácter principalmente económico, con la "mundialización" del
capital financiero, industrial y comercial.
I. La
globalización económica y la revolución tecnológica.
La
globalización económica (interdependencia económica creciente del conjunto de
países del mundo) sería difícil de comprender sin tomar en consideración dos
profundos cambios:
a) la
hegemonía de la corriente neo-liberal: la caída de la URSS facilitó
la implantación de las ideas económicas del equipo de Milton Friedman, puestas
en práctica primero en el Chile de Pinochet y desarrolladas/impuestas a través
del FMI en sucesivos países latinoamericanos, así como en EE.UU., Canadá e
Inglaterra, para sucesivamente extenderse, con mayor o menor intensidad en el
resto de Europa y la OCDE.
La
clara orientación neo-liberal de las políticas del FMI, las directrices
resultantes de la OMC primero y de los Tratados para la Inversión y el Comercio
actualmente en desarrollo (p.e. TTIP entre EE.UU. y Europa), defienden la
"libertad de mercado", sin
restricciones, como el modelo más acertado para organizar la actividad
económica, atribuyendo a la iniciativa
privada la eficiencia que niega al
sector público, incluso en los sectores claves de carácter social y cultural,
tales como la Sanidad y la Educación, defendiendo la menor intervención posible
del Estado en el ámbito económico, considerando el Estado del Bienestar como un
modelo "proteccionista" a desterrar.
Para
sus defensores, este modelo permite, mejor que ningún otro, preservar la libertad individual, utilizar los
recursos de la forma más eficiente y, en definitiva, promover el desarrollo y
el bienestar de las sociedades humanas.
Sea
porque su desarrollo desde los años 80 hasta ahora, no se ajusta a las
previsiones de sus teóricos, o por otras razones, lo constatable es que el
crecimiento de la producción y distribución/comercialización de bienes y
servicios no ha podido eludir
- una "ineficaz e injusta" distribución de la riqueza, promoviendo
una concentración dramática de la misma y la consiguiente concentración de poder económico
en unos pocos y la merma de capacidad adquisitiva en la mayoría de las
economías domésticas, lo que distorsiona las relaciones de poder en todas las
sociedades, devaluando los mecanismos democráticos que existan, por un lado
y, por otro reduciendo la capacidad de
consumo de los ciudadanos con la consiguiente contradicción que para un modelo
consumista supone ello.
- una aceleración
exponencial en el agotamiento de recursos naturales y en los desequilibrios
en los sistemas naturales.
El
modelo en su desarrollo necesita,
presenta o va acompañada de procesos tales como:
- búsqueda del crecimiento, más allá de lo que las limitaciones de recursos y el
equilibrio de los sistemas naturales aconsejan, acelerando el cambio climático
y la desaparición de especies.
- sociedad de consumo, que a medida que el proceso avanzó llevó
al endeudamiento de las economías
familiares en los países más desarrollados, a fin de sostener el consumo y
paliar el menor poder adquisitivo de la mayoría de la población.
- libertad de movimientos de capitales y de mercancías (que no ha
sido acompañada del libre movimiento de personas en general, como tampoco de un
proceso de homologación en las condiciones laborales y de derechos sociales).
- reiteradas crisis económicas (Sudamérica, Sureste Asiático), cada vez más
graves, más globales, acompañadas de fuertes procesos especulativos. El capital financiero controla ingentes
recursos económicos en todos los sectores y busca sistemáticamente una tasa de
interés con la que remunerar no sólo a las grandes fortunas, también a los
pequeños ahorradores.
- privatizaciones
de sectores productivos, antes en manos estatales, incluso de servicios
públicos estratégicos, tales como transportes, energía, telecomunicaciones, así
como la sanidad, la educación y la cultura, lo que supone una merma del
poder económico y la capacidad de gestión de los Estados nacionales.
- reducción de impuestos en las sociedades desarrolladas para
incentivar la iniciativa privada, acentuación del dumping fiscal y potenciación
de los paraísos fiscales, con lo que la capacidad de los Estados que cada vez
más limitada.
- fuerte reducción del gasto público en los países desarrollados,
prevaleciendo el equilibrio presupuestario a otras consideraciones, lo que
conlleva recortes en políticas sociales y recorte en derechos sociales, considerando
el Estado del Bienestar como un modelo a desterrar por proteccionista,
desmotivador de la iniciativa individual
e ineficaz económicamente hablando.
- un acentuado individualismo y una creciente competitividad a todos los niveles, con procesos
de deslocalización de la actividad productiva hacia países con mano de obra
barata, lo que se traduce para los países desarrollados en pérdida de garantías
en los derechos laborales, precariedad laboral (temporalidad), movilidad
geográfica y funcional, empobrecimiento de la población y una creciente
desigualdad por la concentración de la riqueza en una minoría, fenómeno éste aún más acusado en los países
que están en vías de desarrollo..
b) la
denominada revolución de las TIC (Tecnologías de la Información y la
Comunicación).
Resulta difícil imaginar los procesos
económicos aludidos sin las herramientas que las TIC han proporcionado, como es
impensable las transformaciones culturales que se vienen desarrollando sin las
mismas.
El
término "global" en economía no se refiere a una economía
internacionalizada, pues ésta ya lo estaba, con multitud de empresas
multinacionales, sino al hecho de que las actividades estratégicas pueden
desarrollarse "en tiempo real"
a escala planetaria, y para ello, las TIC resultan imprescindibles. Las TIC han
hecho posible la libertad de movimientos de capital y el control, gestión y
especialización de la actividad productiva a nivel planetario, tanto en el
sector primario y de producción de bienes, como en el de servicios.
El
impacto de las TIC en la organización de la economía está cambiando la naturaleza del proceso productivo y del
trabajo, resultando el procesamiento de la información y el conocimiento un
factor determinante del éxito empresarial, determinando los procesos
organizativos y una nueva división y naturaleza del trabajo.
II. La
dimensión social, cultural y política.
El
impacto de este modelo de desarrollo económico y de las TIC están presentes en
el ámbito cultural, social y político. Las consecuencias son muy diferentes
según el nivel de desarrollo y los modelos culturales, sociales y políticos de
los que se parte.
Los
cambios en la naturaleza del trabajo,
dada la importancia que el mismo tiene como elemento central en la vida de las
personas, unido a la orientación vital que promueven las sociedades de consumo,
presentadas como paradigma del bienestar, están transformando la vida de las
personas en las sociedades occidentales y suponen un auténtico terremoto para las
sociedades subdesarrolladas,
Asistimos
a un proceso de aparente homogeneización
socio cultural y política. La potente
maquinaria de los medios de comunicación y quizás sobre todo, de la industria
del ocio y el entretenimiento y la difusión por Internet, presentan un modelo de vida al que aspiran las
sociedades subdesarrolladas, resultando inevitable el choque en múltiples
aspectos con las culturas locales y las estructuras sociales y políticas
existentes, por lo que tarde o temprano aparecen reacciones y movimientos de
defensa. No es extraño que se hable de
un nuevo colonialismo, en el que las formas "occidentales" se
presentan como el paradigma a seguir, idealizados por unos y demonizados por
otros.
Esta
situación no es nueva en la historia, pero sí la cualidad, intensidad y ritmo
con el que se presentan los cambios que promueven.
Lo que
podría resultar un proceso altamente positivo, el contacto entre las diferentes
culturas, se ve trastocado por el acelerado
ritmo de las transformaciones y las
desiguales relaciones que se establecen entre los países desarrollados con
los subdesarrollados, amén de las que resultan de la explotación de sus
recursos naturales, todo lo cual viene a añadirse al complejo y lento proceso
que supone cualquier cambio cultural, bien entendido.
- el
ritmo de las transformaciones económicas rompe el esquema de relaciones
tradicionales, cambiando la naturaleza de las mismas, cambiando el significado
del trabajo, las relaciones familiares, individuales y los modos de vida.
- los
hábitos de la sociedad de consumo promueven una banalización del sentido de la
vida, orientando la motivación y las energías personales a la posesión de
bienes sin que ello contribuya a la mejora del bienestar humano, a la
felicidad.
- la
creciente individualización, la disolución incluso de la familia nuclear, los
sucesivos cambios que la movilidad geográfica impone en el trabajo, junto a la
reducción de protección en los sistemas sociales, haya donde existen, dejan al
individuo cada vez más aislado.
- el
desequilibrio de poder económico por la concentración de riquezas, así como por
la gestión de las mismas por "profesionales ejecutivos" sin otro
objetivo que conseguir la más alta rentabilidad, fracturan las sociedades
democráticas, promoviendo el desmantelamiento de los servicios sociales para
preservar el equilibrio presupuestario, evidenciando el vaciado de poder del
Estado en favor de las grandes corporaciones, quienes cada vez más, no solo
disponen de los recursos económicos, sino que controlan la información y la
comunicación, así como los sectores estratégicos de investigación y desarrollo
tecnológico.
- la
fractura social que todo ello supone, deja al ciudadano ante un horizonte sin
esperanzas para promover cambios, ya que los centros de decisión
económico-políticos están más alejados y la información para formar criterios y
opinión pública controlados, mediatizados.
Lorenzo
González