martes, 22 de abril de 2014

Conociendo a Carlos París


En los siguientes vínculos pueden seguirse unas entrevistas y opiniones sobre Carlos París que tendremos el placer de homenajearle en nuestra próxima Copa_Filo el 4 de junio del presente año.

Carlos París fue filósofo y Presidente del Ateneo de Madrid  en los periodos entre 1997 a 2001 y posteriormente, desde 2009 hasta su fallecimiento en enero  del presente año.

Entrevista a Carlos Paris en Revista de Filosofía de la UNED (año 2007) en Radio Nacional

Título: Memorias de medio siglo



Homenaje a Carlos París en Revista de Filosofía, de la UNED (año 2014)
(dos audiciones)

Para escuchar la primera parte pinchar   aquí

Y para la segunda parte   aquí

Manolo Quero

martes, 1 de abril de 2014

¿Para qué pensar?

¿Qué es el pensamiento?

Los avances de la neurología no llegan a desvelar del todo cómo se produce el pensamiento superior, el más abstracto. Hay sin embargo modelos bastante refinados que parecen ir en el buen camino y que experimentalmente están probados a ciertos niveles del funcionamiento de nuestro Sistema Nervioso central, incluyendo áreas extensas del neocórtex cerebral.
Intentaré explicar de un modo sencillo mis lecturas sobre el tema:
El acto de pensar puede equipararse al acto de digerir:

  • 1. Se ingieren «informaciones», señales procedentes del exterior (luz, sonido, olores, señales táctiles, ...) al igual que ingerimos el alimento, pero en este caso por varios canales.
  • 2. Se procesan en el Sistema Nervioso Central (SNC), al igual que el alimento en el estómago y después en el intestino delgado.  En éstos el proceso se hace por enzimas que el cuerpo tiene ya elaborados. En el caso de las informaciones el SNC tiene varias etapas de procesamiento.
  • 2.1. Hay señales que producen una respuesta inmediata en el Sistema Motor (nos damos un pinchazo).
  • 2.2. Otras que producen una acción más tardía (sentimos calor y nos retiramos ropa pero tras «valorar» la situación).
  • 2.3. Otras que producen lo que llamamos «ideas», recuerdos para realizar una acción en diferido (por la noche se funde una lámpara de nuestra casa. Retenemos la acción de cambiarla a la mañana siguiente)
  • 2.4. Más allá de las anteriores hay señales (más bien conjuntos complejos de éstas) que dejan un «poso» en nuestro SNC, especialmente en la zona del córtex cerebral donde se considera alojada la que llamamos «memoria conceptual». Algo análogo (aunque mucho más simple ocurre con la digestión: a partir de nutrientes externos el organismo fabrica nuevos componentes de él mismo, p.ej., nuevas enzimas digestivas). Esos «posos» son los que llamamos «conceptos». Pueden ser enteramente nuevos o modificaciones de otros ya existentes. Son «categorías» con las cuales asimilamos las nuevas señales. (Vemos un juguete con forma de ratón y lo asemejamos al animal, aún distinguiendo que el juguete no es un ser vivo).

Me podría extender en mucho sobre estas cuestiones, pero ni es el objeto específico de la próxima tertulia, ni quiero desviarla sobre estos particulares.
Solamente decir que todo lo descrito arriba, que podemos considerar «pensamiento ordinario», incluye el «pensamiento filosófico» en tanto éste lo que hace es crear categorías abstractas para asimilar la realidad y relaciones entre estas categorías, relaciones que si se analizan a fondo, no son mas que otras categorías un nivel por encima de las primeras.
Pero queda un problema sin resolver en este modelo teórico de la moderna neurología (aparte de un sinfín de hipótesis prácticas que verificar). Es el problema de «la conciencia» o la «autoconciencia».

Tenemos tres clases de pensamiento:

  • El que nos viene de fuera, por las informaciones del exterior y tiene como consecuencia de su proceso una «acción» hacia el exterior. Es el que antes llamaba «pensamiento ordinario».
  • El motivado por las informaciones del exterior y tiene como único efecto una remodelación de nuestras categorías mentales. Es «la interiorización» de lo que nos ocurre sin que haya reacción externa por nuestra parte. El pensamiento filosófico está compartido entre esta clase y la anterior.
  • El conocimiento de nuestra propia entidad como seres que somos auto-conscientes. Evidentemente no necesitamos recibir ninguna señal externa a nuestro organismo para «darnos cuenta» de que existimos. Nos basta con percibir nuestra propia respiración, nuestros latidos cardíacos, … Pero la percepción de nosotros mismos llega mucho más lejos que el nivel de la simple «vida vegetativa». En un estado de meditación profunda somos capaces no sólo de sentir partes de nuestro cuerpo que habitualmente no sentimos, también de «actuar» sobre ellas y modificar su comportamiento.


¿Es bueno pensar?

Reconociendo el pensamiento como actividad fisiológica que es debemos valorar su beneficio o perjuicio del modo semejante a como valoramos los de otra actividad fisiológica humana.

¿Es bueno el ejercicio físico? ¿Nos hace sentirnos mejor? ¿Cualquier clase de ejercicio físico nos beneficia? ¿Son mejores los ejercicios «de moda»: fitness, aerobic, …? ¿Son mejores los deportes clásicos: fútbol, baloncesto, atletismo, …?

Cada cual por su experiencia sabe que el ejercicio físico es necesario para no perder facultades y poder responder a futuras necesidades de esfuerzo. Pero que a cada cual y en cada momento le conviene un tipo de ejercicio mejor que otro y en una intensidad y frecuencia mayor o menor.

Algo semejante estimo ocurre con la mente. Para mí esta no es más que el producto último de la actividad de nuestro cerebro, pero no es la consciencia (auto-consciencia).

La consciencia está en otro plano distinto al mental. No es necesario pensar en nada en particular para ser consciente. Es más la mente de por sí es incapaz de detenerse en su continuo fluir entre un pensamiento y otro.
Cuando en la soledad de una habitación tranquila cerramos los ojos pasan por delante de nuestra «visión interna» imágenes de sucesos pasados, imágenes algunas que desatan en nosotros emociones negativas de irritación (ira) o temor. ¿Es bueno este pensamiento?
En otras situaciones más frecuentes durante el día tenemos también ese tipo de pensamiento claramente negativo. Temor e ira son sentimientos frecuentes debidos a la presión de la información medio-ambiental.
Somos un organismo absolutamente integrado y cuando una parte tiene una mal-función el resto lo nota. Así pues debemos cuidar nuestro pensamiento alimentándolo sólo de «buenas informaciones» y evitando la «mala digestión» de informaciones perjudiciales. Dicho de otro modo: sobre hechos o situaciones que nos causen angustia, ira o temor incontrolable debemos evitar que los pensamientos asociados nos afluyan.

El «tomar consciencia» es situarse a una altura superior sobre las cuestiones que nos ocupan (y preocupan). Es ver el mundo externo a nosotros con más amplitud de horizonte y situar ese problema inmediato que nos agobia dentro de un plano mucho más amplio, en el que veremos otras muchas posibilidades de seguir viviendo, salir del atasco e incluso algo que nos dé una luz diferente para ver la solución de ese problema que tanto nos abruma.

¿Es bueno pensar mucho?

La respuesta mimética a esta pregunta es que sí, que cuanto más se piense y más capaz se sea de pensar mejor. Esto al menos es lo que nos trataron de imbuir en su día los educadores de nuestra generación.
Según el planteamiento anterior la respuesta no es tan sencilla. La mente no reposa, ni siquiera en algunas fases del sueño; los pensamientos se encadenan por asociación, no siempre lógica u ordenada hacia un fin, la mayor parte por similitudes de otro género que producen un discurrir «caótico» del pensamiento desde el punto de vista lógico o de las finalidades que queremos obtener del mismo.
Recordemos que el pensamiento es un desencadenante de emociones y estas se traducen en producción de hormonas que en unos casos activan nuestro ritmo vital, preparándonos para situaciones de defensa o ataque (situaciones imaginarias o hipotéticas las más de las veces). Otras contadas veces tenemos pensamientos «apacibles» que desencadenan hormonas de relajación, mental y física.

Nos da esto la idea de que en muchas ocasiones somos sujetos pasivos y no activos de nuestro propio pensamiento. Situaciones en que el pensamiento «se desborda» como por ejemplo cuando deseamos algo o a alguien con vehemencia y no podemos alcanzarlo. Nuestra mente se desborda buscando medios y respuestas al por qué ta y cual intento falla. Nos atormentamos, en una palabra.

Podemos inducir de estas consideraciones que nos conviene «controlar» nuestro pensamiento. Utilizarlo en las ocasiones precisas y para los fines realmente necesarios, en lugar de «desparramarnos» en una búsqueda incesante de objetos o situaciones que «suponemos» nos harán felices.

Tenemos en nuestro interior un tesoro a la vista de quien lo quiera ver y lo valore: la consciencia de nosotros mismos. Experimentarla proporciona, sosiego, paz, felicidad. Subir escalones en esa consciencia nos proporciona una visión del mundo distinta, en el que no somos «arrastrados» por los acontecimientos, sino que podemos realmente elegir.

Otro tema que podríamos tratar es el referente a pensamiento crítico versus pensamiento mimético, pero supongo que ya a otros contertulios se les habrá ocurrido esa idea.

Enrique Hoyos