¿Existe el patriarcado o ya ha desaparecido? ¿Es propio únicamente de países lejanos o de épocas remotas de la
Historia?
La antropología ha definido el
patriarcado como un sistema de organización social en el que los puestos clave
de poder (político, económico, religioso y militar) se encuentran, exclusiva o
mayoritariamente, en manos de varones. El Patriarcado subyace inscrito en la
civilización humana desde miles de años antes de nuestra era. Ocurrió antes de
la formación de la propiedad privada y de la sociedad de clases. Se originó a
partir de una época determinada, después de sociedades anteriores llamadas por
algunos historiadores “matriarcales” que no eran el reverso de patriarcado. Con
lo cual se contrarresta la idea del patriarcado ahistórico, invisible, eterno e
inmutable y por tanto Inamovible. Esto que se ha considerado una obviedad,
desde los años 60, con el advenimiento del feminismo, está cuestionado y se dan
pasos que avanzan en el sentido de reconocer que el Patriarcado al ser una
convención cultural y social está sujeta a rectificación, reforma o sustitución
por otro constructo cultural y social. En ello estamos.
Como bien nos recuerda Celia
Amorós en “La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias... para las luchas de las
mujeres” (Cátedra, 2005), el patriarcado no es una esencia, sino un
sistema metaestable de dominación ejercido por los individuos que, al mismo
tiempo, son troquelados por él. Todos formamos parte de él y estamos forjados
por él pero eso no nos exime de la responsabilidad de intentar distanciarnos
críticamente de sus estructuras y actuar ética y políticamente contra sus bases
y sus efectos. Que el patriarcado sea metaestable significa que sus formas
se van adaptando a los distintos tipos históricos de organización económica y
social, preservándose en mayor o menor medida, sin embargo, su carácter de
sistema de ejercicio del poder y de distribución del reconocimiento entre los
pares.
Personalmente creo que ese es el
proceso en el que nos encontramos en relación con el tema de nuestra próxima
Copa Filo. En la actualidad, en España, tenemos ejemplos sobrados de esa
adaptación.
Rita Alcaide