El próximo 4 de junio le haremos
un homenaje al que fuera presidente del Ateneo de Madrid Carlos París. Admito
que no conocía a nuestro homenajeado y menos aún su obra. Ahora bien, como en
todas nuestras tertulias, cuando proponemos un tema damos pie a nuestras
inquietudes y comenzamos a indagar en aquello que será nuestro próximo debate.
Con este método alcanzamos un enriquecimiento que mantiene vivo nuestro
espíritu creativo. Esto no significa que no se pueda conseguir por otro cauce,
pero el nuestro, a mí, me funciona.
Y este es el caso con el filósofo
y ateneísta Carlos París. Hasta ayer me era totalmente desconocido, ahora un
poquito menos. Gracias a la conferencia propuesta por el grupo, seguida en YouTube, y a su último
libro: Ética Radical, he descubierto
cómo podemos errar si nos apartamos de la técnica.
Para él, la técnica y nuestro
mundo no pueden estar separados, todos debemos estar integrados. Nos advierte
de los peligros del mundo de la comunicación por ser un dominio de los grandes
grupos al servicio del poder, llegando a decir -aludiendo a Karl Popper- que la
TV es incompatible con la democracia, porque aunque con Internet y los móviles
se pueden hacer convocatorias libres, los grandes grupos se ocupan de intoxicar
la información con sus poderosos medios. Así mismo, también denuncia la obsolescencia
programada, la cual nos lleva a un mundo de consumo con unas máquinas que nos
ofrecen más de lo que podemos necesitar. Obligándonos a una pérdida de tiempo
en su aprendizaje, que bien podríamos dedicarlo a otra actividad.
No pasa por alto el sistema
productivo: con la externalización y la descentralización la gran empresa
disminuye los grandes centros de producción y con ellos la dispersión de los
trabajadores, evitando las grandes concentraciones y las posibilidades de
reivindicación de derechos laborales, aumentando los beneficios y disminuyendo
los costes. Es más, desplazando estos centros al tercer mundo encuentra una mano
de obra más barata, llegando incluso a la explotación infantil.
El profesor París no pierde la
esperanza, considera que debemos creer en el "Mito de la Patria" que
es donde los seres humanos se desarrollan en libertad e igualdad. Aunque como
dice Michel Onfray (buscando nuestros orígenes) en su libro Las sabidurías de la antigüedad: “Platón produce una mitología útil para
mantener a los hombres en el temor, la angustia y el terror. Estos temores y
temblores proporcionan una humanidad maleable, miedosa, fácil de conducir.
Alienada, es cierto, pero dócil, disponible para la obediencia, la sumisión y
el renunciamiento a sí misma”.
Afortunadamente no todos
comulgamos con estas "Ideas", y con nuestros debates intentamos mantener
nuestro espíritu crítico
Manolo Quero
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