Es un hecho, hoy en día, que los robots están en todas partes. Inundan
nuestra vida allá donde quiera que miremos. Nos pasamos gran parte del día
interactuando con ellos para hacer nuestra vida más sencilla y es difícil
imaginar un mundo sin ellos. Sin embargo, los robots no han existido siempre.
Algunos de los antepasados de los robots se encuentran en la literatura. En la
mitología griega, Talos es un gigante de bronce con una única vena por la que
corría plomo líquido. Algunas versiones dicen que fue creado por Hefestos, dios
del fuego y la metalurgia, aunque otras afirman que fue regalado por Zeus a
Europa. En cualquier caso, Talos era el encargado de proteger Creta y se
dedicaba a dar un total de tres vueltas diarias a la isla, en busca de posibles
invasores, enemigos o extranjeros a los que calcinaba solo con abrazarles.
Hefestos también construyo una serie de ayudantes mujeres a las que le dio la
capacidad del habla, la fuerza y la destreza. También en la época medieval, en
algunas versiones de la famosa historia de amor de Tristán e Isolda, Tristán
manda construir una réplica dorada de su amada, que no solo se parece a ella
físicamente, sino que también se mueve y parece respirar. O, incluso, en la
historia de Lancelot, el fiel caballero del rey Arturo tiene que luchar contra
unos guardianes hechos de bronce a la entrada de un castillo encantado.
Lamentablemente, la imaginación siempre ha ido por delante del progreso
tecnológico, pero el ser humano no se ha podido resistir a construir aquello
que proyectaban sus sueños. Aunque el término “robot” no lo encontramos hasta
bien entrado el siglo XX, podemos encontrar una genealogía de todos esos
artilugios y mecanismos que nos han llevado hasta la concepción actual de
robot.
Extraído del catálogo
de la exposición "Robots" de la Fundación Telefónica, celebrada entre
el 5/10/2018 y el 3/02/2019
Y una observación:
Una abeja desarrolla complejos comportamientos con tan solo
un millón de neuronas en un diminuto cerebro; su eficiencia energética le
permite volar hasta 100 km diarios sin equivocarse de ruta. Summit –el
superordenador más potente del mundo- ocupa el espacio correspondiente a dos
pistas de tenis, consume 15 Mw de energía (equivalente a 7 mil hogares/día) y
gasta 15 mil litros de agua por minuto en refrigeración. Aunque pueda procesar
enormes cantidades de datos con 200 cuatrillones de operaciones por segundo, no
es capaz de orientarse como una abeja y tampoco es autosuficiente. Si el
cerebro del insecto no puede ser aún emulado in silicio, ¿no será un exceso de optimismo aventurar que, en un
futuro cercano, podremos reproducir la inteligencia humana general?
También extraído de
una nota de prensa de la Fundación Telefónica 30/10/2018
Y nosotros, ¿nos estamos adaptando a las nuevas tecnologías?
En nuestra tertulia lo descubriremos
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