Desde el Renacimiento la progresiva matematización del mundo
físico, los descubrimientos y sobre todo, con la aparición de la teoría de la
evolución biológica, formulada por Charles Darwin en 1859, han ido desterrando
la teleología del discurso científico y también del filosófico.
La noción de Causa final procede de la Grecia clásica siendo
Aristóteles el más conocido y utilizado desde el concilio de Nicea (siglo IV) como
base de toda la filosofía escolástica que impone esa visión filosófica durante
muchos siglos. Aunque ya criticada por sus contemporáneos epicureistas, la
formulación aristoteliana se adaptaba como un calcetín a la visión cristiana
del mundo, de ahí la pervivencia de los escritos aristotélicos y la pérdida de
sus adversarios intelectuales, teniendo en cuenta que los monjes cristianos
tuvieron el monopolio de la copia de libros y textos de la antigüedad.
Tras el Renacimiento con la aparición de las ideas
mecanicistas, fruto de la frenética sucesión de inventos que se producen en esa
época, el concepto de Causa final cae del liderazgo para ser sustituida por el
de Causa eficiente. Ahora se precisa de un kit tecnológico (y motor) para el
desarrollo de un proceso natural. Así definía Darwin su mecanismo de selección
de las especies, un mecanismo, un proceso eficiente en la selección de
alimentos.
Pues
bien, según Héctor Velázquez (investigación y ciencia, mayo 2015) podría reintroducirse el criterio de Finalidad “no ya para el conjunto de los procesos
naturales, pero sí para eventos particulares tendenciales, ordenados de modo
continuado en el tiempo y dirigidos a ciertas metas previsibles”.
Explica a
continuación con detalle que dicha Finalidad debe entenderse no ya como
Aristóteles sino como “meta de una
tendencia”. Por eso propone sustituir la denominación de teleología por el
de teleonomía o teleomatismo. La teleonomía sería el resultado que se obtiene a
partir de la estructura del sistema (desarrollo embrionario, equilibrio de
ecosistemas, etc.) y teleomatismo se refiere a procesos como la desintegración
radiactiva, aumento de entropía, etc.). Por tanto la naturaleza física tendría
actividades teleomáticas, los seres vivos teleonómicas y los seres vivos
conscientes tendrían actividades teleológicas (como planificar una partida de
ajedrez) sin ser esta cascada aplicable a la inversa.
Pero desentrañar completamente un mecanismo natural no es
tan fácil. Comprender el mecanismo de la evolución de las especies mediante la
genética, con sus fenómenos epigenéticos y retro-regulación proteínica de recién
introducción, acoplados a los equilibrios ecosistémicos, es complicado, por lo
que si aplicamos el test de Wiener-Granger (Es un test
consistente en comprobar si los resultados de una variable sirven para predecir
a otra variable, si tiene carácter unidireccional o bidireccional. Para ello se
tiene que comparar y deducir si el comportamiento actual y el pasado de una
serie temporal A predice la conducta de una serie temporal B. Si ocurre el
hecho, se dice que “el resultado A” causa en el sentido de Wiener-Granger “el
resultado B”; el comportamiento es unidireccional. Si sucede lo explicado e igualmente
“el resultado B” predice “el resultado A”, el comportamiento es bidireccional,
entonces “el resultado A” causa “el resultado B”, y “el resultado B” causa “el
resultado A”), procedente de la cibernética, nos encontraremos con
dificultades científicas en muchas ocasiones.
Es Norbert Wiener quien en 1942 puso en marcha está ciencia,
la cibernética, que según Gregory Bateson, es la rama de las matemáticas que se
encarga de los problemas de control, recursividad e información. Bateson
también afirma que la cibernética es "el más grande mordisco a la fruta
del árbol del Conocimiento que la humanidad haya dado en los últimos 2000
años".
Hoy en día hay científicos dedicados exclusivamente a
estudiar las leyes que rigen la aparición de sistemas complejos en la naturaleza.
Mi favorito, por si queréis leerlo es Murray Gell-Mann, premio nobel en física
1969 y autor de The Quark and the jaguar, Adventures in the simplex and the
complex (El quark y el jaguar. Aventuras en lo simple y lo complejo)
que aborda con gran claridad divulgativa que son y cómo se generan los sistemas
complejos.
Todo esto para hacer dos preguntas: ¿Es la aparición de la
vida (sistema complejo no explicable por las condiciones previas del planeta)
un proceso teleonómico, dado que es un sistema complejo (y con tendencia a
aumentar su complejidad)? y ¿Es la emergencia de la mente cognitiva en los
animales superiores un proceso teleonómico, dado que es un sistema complejo?
No voy a añadir mucho más, fíjense que para definir un
proceso como teleonómico es preciso conocer sus componentes, sus relaciones, su
intercambio de información y hetero-regulación, feed y feedback (alimentación y
retroalimentación de sistemas autocontrolados) que son los objetivos de la
cibernética, pero cuando se produce la aparición de la vida sobre la tierra, o
su tendencia a permanecer, su comportamiento negantrópico o cuando en los
animales superiores
surge el destello de la mente cognitiva, es difícil aplicar la teleonomía (meta
de una tendencia), no procede usar la teleomática, se queda corta la
cibernética, al menos de momento y no sé si cabe sitio para la teleología.
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