Los científicos comienzan a descifrar un misterio que llevaba años exasperando
a los filósofos.
LA CONCIENCIA ES TODO LO QUE EXPERIMENTAMOS. Es una melodía pegadiza en
la cabeza, el dulzor de la mousse de chocolate, el malestar que causa un dolor
de muelas, el amor incondicional por un hijo y la amargura de saber que todas
las pasiones se acaban.
El origen y la naturaleza de esas experiencias, a veces de nominadas
qualia, ha sido un misterio desde los albores de la antigüedad hasta nuestros
días. Multitud de filósofos modernos que analizan la mente, entre los que
cabría destacar quizás a Daniel Dennett,
de la Universidad Tufts, consideran que la existencia de la consciencia es una
ofensa tan intolerable contra lo que creen que debería ser un universo material
e irrelevante y el vacío, que la califican como mera ilusión. Es decir, o
niegan que existan los qualia, o bien defienden que la ciencia nunca sacará de
ellos nada de provecho.
Si semejante afirmación fuese cierta, este artículo sería brevísimo.
Todo lo que necesitaría explicarles es por qué usted, yo, y casi todo el mundo
estamos absolutamente convencidos de que tenemos sensaciones. Si tuviéramos un
flemón, el tormento no se reduciría ni un ápice con razonamientos enrevesados
que pretendieran persuadirnos de que el dolor es un delirio. Como esta solución
desesperada del problema psicosomático
no me encandila lo más mínimo, seguiré adelante.
La mayoría de los académicos aceptan que la consciencia es algo
consolidado y buscan entender su relación con el mundo objetivo descrito por la
ciencia. Hace más de un cuarto de siglo, junto con Francis Crick, decidimos apartarnos de los debates filosóficos
sobre la consciencia (que llevaban ocupando a los eruditos desde, como mínimo,
los tiempos de Aristóteles) y decidimos buscar su huella física. ¿Qué pasaría
si la consciencia emanara de una región del cerebro muy excitable? Si
llegáramos a saberlo, nos acercaríamos a la solución del problema fundamental.
En concreto, buscamos las correlaciones neuronales de la consciencia
(CNC), definidas como los mecanismos neuronales mínimos que, juntos, bastan
para cualquier experiencia consciente concreta. ¿Qué debe suceder en el cerebro
para que experimentemos un dolor de muelas, por ejemplo? ¿Vibrarán algunas
células nerviosas a una frecuencia mágica? ¿Tienen que activarse algunas <<neuronas
de la consciencia>> especiales? ¿En qué regiones del cerebro están
ubicadas?
Texto de Christof Koch extraído de la revista: InvestigacionyCiencia.es,
agosto 2018
A lo largo de nuestra tertulia
iremos sacando conclusiones y exponiendo nuestras ideas
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