La realidad es que podría parecer que la seducción
es un término vinculado únicamente al amor y a las relaciones de pareja. Nada
más lejos de la realidad: seducir es todo un arte que cada vez cobra más fuerza
en otras muchas disciplinas. Ocurre que, a través de la literatura, los autores
y sobre todo los románticos siempre nos han presentado la seducción como una debilidad del alma.
Así por ejemplo, Campoamor en “Obras Poéticas” no dice: …pero como hasta aquí hemos convenido dejar
al alma sus ilusiones, por eso
sucumben a la seducción tantas y tan
cándidas mujeres.
Tampoco se quede atrás Goethe cuando en “Fausto” comenta: Maldigo todo lo que el alma
enreda con sus juegos de seducción y engaños y cómo, cegándonos y adulándonos,
nos ata a esta cueva de penas.
Podríamos poner interminables ejemplos de cómo
esta línea de seducción está
presente en todo momento. Sin embargo, si consideramos al filósofo Epicteto,
éste zanja la cuestión muy brevemente en su “Manual”: …el fin del desear
es obtener lo que se desea, y el fin de la aversión es huir de lo que se
pretende evitar. Y como es desdichado el
que se ve frustrado de lo que desea, así es miserable el que cae en lo que más
piensa evitar. Por lo cual, si tienes aversión solamente de lo que depende de ti (como las falsas
opiniones), asegúrate que no caerás jamás en lo que aborreces. Pero si tienes
aversión de lo que no depende de ti (como son las enfermedades, la muerte y la
pobreza), no dudes que serás miserable, pues que no las puedes evitar, y que has
de caer infaliblemente en ellas.
Sin embargo, en las relaciones sociales también
existe un proceso de seducción fascinante si tenemos en
cuenta, que por ejemplo, las primeras impresiones valen más de lo que parece a
simple vista. La imagen que nuestro interlocutor guarda de nosotros después de
una conversación puede ser determinante. Con la retórica que utilicemos jugando
con las palabras, más allá de la verdad, podemos convencer y persuadir de una
forma sencilla y directa.
Lo mismo ocurre con la publicidad, una buena
presentación de un producto también tiene la capacidad de seducirnos y hacer que nos inclinemos hacia lo que nos muestran. Un
buen ejemplo es el que nos presenta nuestro compañero Enrique en el vínculo a
un artículo sobre el consumo, en él, el filósofo Herbert Marcuse nos dice: La gente se identifica con lo que posee: su alma está en su automóvil. Aquí el
alma la dejamos en el consumo.
Y ¿cómo no? La filosofía seguramente es la disciplina que más utiliza la palabra para seducirnos. Sus planteamientos nos estremecen, nos absorben durante días, nos inquietan y consuelan, y cuando los hemos digerido nos sentimos en el mejor de los estados.
Y ¿cómo no? La filosofía seguramente es la disciplina que más utiliza la palabra para seducirnos. Sus planteamientos nos estremecen, nos absorben durante días, nos inquietan y consuelan, y cuando los hemos digerido nos sentimos en el mejor de los estados.
Manolo Quero
1 comentario:
Veo tu artículo muy bien como introducción general al tema, pero falto de tratar el aspecto de engaño que la seducción tiene por definición propia (me remito al Diccionario de la Real Academia).
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