martes, 7 de mayo de 2013

La Seducción


La realidad es que podría parecer que la seducción es un término vinculado únicamente al amor y a las relaciones de pareja. Nada más lejos de la realidad: seducir es todo un arte que cada vez cobra más fuerza en otras muchas disciplinas. Ocurre que, a través de la literatura, los autores y sobre todo los románticos siempre nos han presentado la seducción como una debilidad del alma.

Así por ejemplo, Campoamor en “Obras Poéticas” no dice: …pero como hasta aquí hemos convenido dejar al alma sus ilusiones, por eso sucumben a la seducción tantas y tan cándidas mujeres.

Tampoco se quede atrás Goethe cuando en “Fausto” comenta: Maldigo todo lo que el alma enreda con sus juegos de seducción y engaños y cómo, cegándonos y adulándonos, nos ata a esta cueva de penas.

Podríamos poner interminables ejemplos de cómo esta línea de seducción está presente en todo momento. Sin embargo, si consideramos al filósofo Epicteto, éste zanja la cuestión muy brevemente en su “Manual”: …el fin del desear es obtener lo que se desea, y el fin de la aversión es huir de lo que se pretende evitar.  Y como es desdichado el que se ve frustrado de lo que desea, así es miserable el que cae en lo que más piensa evitar. Por lo cual, si tienes aversión solamente de lo  que depende de ti (como las falsas opiniones), asegúrate que no caerás jamás en lo que aborreces. Pero si tienes aversión de lo que no depende de ti (como son las enfermedades, la muerte y la pobreza), no dudes que serás miserable, pues que no las puedes evitar, y que has de caer infaliblemente en ellas.

Sin embargo, en las relaciones sociales también existe un proceso de seducción fascinante si tenemos en cuenta, que por ejemplo, las primeras impresiones valen más de lo que parece a simple vista. La imagen que nuestro interlocutor guarda de nosotros después de una conversación puede ser determinante. Con la retórica que utilicemos jugando con las palabras, más allá de la verdad, podemos convencer y persuadir de una forma sencilla y directa.

Lo mismo ocurre con la publicidad, una buena presentación de un producto también tiene la capacidad de seducirnos y hacer que nos inclinemos hacia lo que nos muestran. Un buen ejemplo es el que nos presenta nuestro compañero Enrique en el vínculo a un artículo sobre el consumo, en él, el filósofo Herbert Marcuse nos dice: La gente se identifica con lo que posee: su alma está en su automóvil. Aquí el alma la dejamos en el consumo.

Y ¿cómo no? La filosofía seguramente es la disciplina que más utiliza la palabra para seducirnos. Sus planteamientos nos estremecen, nos absorben durante días, nos inquietan y consuelan, y cuando los hemos digerido nos sentimos en el mejor de los estados.
Manolo Quero

1 comentario:

Enrique Hoyos dijo...

Veo tu artículo muy bien como introducción general al tema, pero falto de tratar el aspecto de engaño que la seducción tiene por definición propia (me remito al Diccionario de la Real Academia).