Extraído del trabajo de Victoria Sendón
de León
“Para entender
este punto fundamental, tenemos que comprender lo que significa el orden
simbólico, partiendo de que la realidad social no es sólo un conjunto de
relaciones de fuerza, sino de relaciones de sentido. Estas últimas son las que
constituyen la dimensión simbólica del orden social y posibilita las
situaciones de injusticia.
Veamos, pues,
cómo explica el psicoanálisis lacaniano el orden simbólico. En primer lugar,
hay que decir que el imaginario responde a una instancia preverbal e
individual, mientras que lo simbólico es estructural, social y vinculado al
lenguaje, es decir, al sentido, al valor y a la resonancia que las palabras o
conceptos contienen en un determinado código cultural. Pues bien, la gran
tragedia para el psicoanálisis es que en el desarrollo del sujeto, el
imaginario siempre queda alienado en lo simbólico.
El imaginario
se forma en una etapa de la vida anterior a la adquisición plena del lenguaje.
En esa fase, el sujeto tiene experiencias que aún no están ordenadas, quiere
decir que el significante, es decir, la experiencia en sí, no tiene todavía un
significado, lo cual otorga una gran plasticidad al ‘yo’ por la falta de
límites, incluso una experiencia de omnipotencia en la que la niña o el niño se
forjan un personaje, lo que quieren ser o lo que imaginan ser. Pero, hete aquí,
que ese personaje se va desarrollando dentro de una cultura con unas pautas,
valores y conceptos determinados que imponen límites y una dirección
determinada al desarrollo de ese sujeto.
Como vivimos
en sociedades en las que impera la estructura de dominación, resulta que ese
aprendizaje lo realizamos a través de las ‘prohibiciones’ –que imponen los
límites de lo que se puede o no se puede hacer, pensar o querer-, y la
‘renuncia’, que canaliza los deseos del sujeto hacia objetivos determinados y
no hacia otros. En este proceso consiste el paso a un orden simbólico
determinado. O sea, que partiendo del mundo en el que la madre es todo para nosotros
e imaginamos que somos todo para la madre, le sigue un proceso de individuación
a través del imaginario y desembocamos en el mundo simbólico de la ley del
padre, que es el orden simbólico imperante en una cultura determinada. El orden
simbólico es la condición sine qua non de lo humano, de nuestra socialización.
Este esquema no podemos modificarlo, pero lo que sí es modificable es el
contenido del orden simbólico. El orden simbólico es lo que da un significado
determinado a nuestras acciones, a nuestros deseos, a nuestros logros, a todo
lo que realizamos y sentimos.
Fijaos que a
este orden simbólico, Lacan lo denomina la ‘ley del padre’. ¿Por qué? porque
nuestra cultura es patriarcal y nuestro modelo de mundo es un modelo masculino.
El Padre (es decir, el Patriarcado) es el dueño de las palabras, el que
atribuye significados concretos a los significantes, es decir, a las cosas, los
hechos y las experiencias. Es decir, quien otorga el sentido.
EN EL PASO DEL IMAGINARIO INDIVIDUAL AL
SIMBÓLICO PATRIARCAL ES DONDE ANIDA EL ORIGEN DE TODAS LAS VIOLENCIAS CONTRA
LAS MUJERES.
Rita Alcalde Sierra
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