Se va extendiendo la idea irracional de que
la pareja es nuestra, sólo nuestra, y con ella establecemos una relación de
dependencia integral. Desde este punto de vista, la posible pérdida de esa
posesión sentimental llevaría implícita la pérdida de una propiedad privada,
como nuestra casa o nuestro coche. Se extrapolaría también a la pérdida de una
parte de nuestras vidas de la cual depende nuestra realización social, nuestra
comodidad y protección, en última instancia nuestra felicidad, e
incluso la pérdida de una parte de nuestro honor. El resto de los roles
impuestos por el patriarcado se ponen en marcha como resortes, y se disparan
los riesgos de entender el problema como un abuso de la autoridad de la mujer
con respecto del hombre, lo cual no se puede permitir. Dichos pensamientos han
sido construidos desde la infancia, en nuestra casa, con nuestros hermanos, con
nuestros padres, en nuestro colegio, con nuestros compañeros, en todos los
planos nos han bombardeado subliminalmente bajo los parámetros de la sociedad
patriarcal. En los casos más graves saltan todos los mecanismos, y llegamos a
la situación explosiva, produciéndose la muerte de la mujer como el culmen de
la violencia machista, de la violencia estructural, de esa violencia de género
presente en la sociedad patriarcal.
Concluye Pedro Honrubia en su artículo en los
siguientes términos: "Si el hombre es percibido culturalmente, de
forma general, como un ser superior a la mujer, si cualquier actividad
vinculada directamente a la mujer es a su vez percibida como inferior, si
además es la mujer la que en ningún caso debe ser promiscua si quieres ser una
mujer "digna",y, además, el amor es asimismo percibido culturalmente,
como lo es en nuestra sociedad, como una relación de posesión mutua, algo así
como una relación sustentada en la propiedad privada respecto de la sexualidad
del otro elemento de la pareja –fidelidad sexual-, finalmente se abre la puerta
de par en par para una macabra lógica cultural que puede llevar fácilmente a la
conclusión sentida y vivida por el hombre de que la mujer es una posesión suya
y solo suya. Amor
como propiedad privada y patriarcado son entonces las dos caras de una misma
manera con
trágico resultado: la violencia de género en sus versiones más trágicas y
horripilantes".
Son,
como vemos, múltiples caras de una misma moneda: el patriarcado. Desde el
sermón en la Iglesia hasta las conversaciones íntimas de nuestros padres, todos
hemos sido educados en los valores de dicha sociedad. La solución, por tanto,
es abolir el patriarcado, y comenzar a virar nuestra sociedad hacia el cultivo
de otros valores, valores que han de ser inculcados desde la infancia, para que
las situaciones de violencia machista no puedan volver a darse jamás en las
nuevas generaciones. Debemos entender el amor no como la relación de posesión
mutua entre dos personas, no como un mutuo compromiso de fidelidad sexual, no como
la anulación de la voluntad del otro, o de la limitación de su libertad. Abrir
el concepto, destapar la relación amorosa, despojarla de sus tintes
patriarcales, y verla como una auténtica relación libre entre iguales, entre
personas que se complementan y se quieren, se aman y se desean en todos los
frentes. Hay que entender el amor bajo un compromiso libre y mutuo entre las
personas, rompiendo las cadenas mentales que nos atan a atávicos instintos que
tienen su antropológica razón de ser en la cultura del patriarcado. Dicho
modelo patriarcal nos ha impuesto durante siglos su modelo para el amor,
cambiemos nosotros dicho modelo. Para muchas mujeres, les irá en ello su vida. "
Rita Alcalde Sierra
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