Aprender a desenvolverse en la
vida es hacerlo en un bosque de intereses
Se dice que somos un producto de
nuestra cultura pero, ¿acaso nosotros hemos dado nuestro consentimiento?
Es innegable que nuestra
educación familiar, nuestra formación académica y la experiencia acumulada
hacen de nosotros unos seres capaces de interpretar la sociedad en función de
nuestras variables pero, ¿somos conscientes de que nos estamos desarrollando en
función de nosotros mismos?
Cualquier materia que toquemos
podemos ver que tal vez si, o tal vez no, nuestra actitud no la estamos
desarrollando por nosotros mismos. Siempre son los sentimientos, debidamente
educados, los que nos indican el camino a seguir.
Opinamos de religión considerando
que nuestras creencias son las auténticas, y como dice Michel Onfray en
"Tratado de ateología": Es
extraño cómo el espectáculo de la alienación del vecino hace sonreír a quien no
toma en cuenta la suya. El cristiano que come pescado el viernes se ríe del
musulmán que rechaza la carne de cerdo, que se burla del judío que rechaza los
crustáceos...el lubavich que se mece ante el Muro de las Lamentaciones mira con
asombro al cristiano arrodillado en un reclinatorio, mientras que el musulmán
orienta su alfombra de rezos hacia La Meca. Sin embargo, ninguno piensa que la
paja en el ojo ajeno equivale a la viga en el propio.
A la hora de nuestras opiniones
políticas pocas veces consideramos cómo está formada la sociedad. Hannah Arendt
en "Los orígenes del totalitarismo" aporta el siguiente pensamiento: El populacho es principalmente un grupo en
el que se hallan representados los
residuos de todas las clases. Esta característica hace fácil confundir el
populacho con el pueblo, que también comprende todos los estratos de la
sociedad. Mientras el pueblo en todas las grandes revoluciones lucha por la
verdadera representación, el populacho siempre gritará en favor del "gran
líder". Porque el populacho odia a la sociedad de la que está excluido
tanto como al Parlamento en el que no está representado. Por eso los
plebiscitos, con los que tan excelentes resultados han obtenido los modernos
dirigentes del populacho, son un viejo concepto de los políticos que confían en
él.
Cuando a la hora de nuestro
desarrollo profesional nos integramos en el mundo laboral, si no vemos
realizadas nuestras expectativas buscamos un culpable para justificar nuestros
fracasos. La vida está llena de grandes personas que sabían cuál era su camino:
Newton, Ramón y Cajal, María Curie, Beethoven, Frida Kahlo, Goethe y un etc.
interminable. Ahora bien, aunque todos no podamos ser como esos grandes genios,
sí podemos, desarrollando nuestra imaginación, a base de interés, aplicarla en
aquella disciplina para la que verdaderamente sintamos una inclinación natural.
Con estos tres ejemplos:
religioso, político y laboral, solo pretendo razonar que si no somos
conscientes de nuestro entorno y de nosotros mismos, fácilmente podemos hacer
volar nuestras ilusiones y expectativas sobre una lúgubre caverna.
Manolo Quero
3 comentarios:
Comparto contigo tus opinioned aqui relatadas y te agradezco la frescura y dencillez con las que las expresas
NOTA: El comentario suprimido ha sido porque error había sido incluido como comentario al texto PENSAR PARA RAZONAR, cuando él, en sí mismo, es un artículo, con el título: PENSAR, ¿PARA QUÉ?
Podéis leerlo un poco más arriba, si ya no lo habéis hecho
Manolo Quero
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