jueves, 13 de marzo de 2014

Pensar para razonar

Aprender a desenvolverse en la vida es hacerlo en un bosque de intereses
Se dice que somos un producto de nuestra cultura pero, ¿acaso nosotros hemos dado nuestro consentimiento?
Es innegable que nuestra educación familiar, nuestra formación académica y la experiencia acumulada hacen de nosotros unos seres capaces de interpretar la sociedad en función de nuestras variables pero, ¿somos conscientes de que nos estamos desarrollando en función de nosotros mismos?
Cualquier materia que toquemos podemos ver que tal vez si, o tal vez no, nuestra actitud no la estamos desarrollando por nosotros mismos. Siempre son los sentimientos, debidamente educados, los que nos indican el camino a seguir.
Opinamos de religión considerando que nuestras creencias son las auténticas, y como dice Michel Onfray en "Tratado de ateología": Es extraño cómo el espectáculo de la alienación del vecino hace sonreír a quien no toma en cuenta la suya. El cristiano que come pescado el viernes se ríe del musulmán que rechaza la carne de cerdo, que se burla del judío que rechaza los crustáceos...el lubavich que se mece ante el Muro de las Lamentaciones mira con asombro al cristiano arrodillado en un reclinatorio, mientras que el musulmán orienta su alfombra de rezos hacia La Meca. Sin embargo, ninguno piensa que la paja en el ojo ajeno equivale a la viga en el propio.
A la hora de nuestras opiniones políticas pocas veces consideramos cómo está formada la sociedad. Hannah Arendt en "Los orígenes del totalitarismo" aporta el siguiente pensamiento: El populacho es principalmente un grupo en el que se hallan representados los residuos de todas las clases. Esta característica hace fácil confundir el populacho con el pueblo, que también comprende todos los estratos de la sociedad. Mientras el pueblo en todas las grandes revoluciones lucha por la verdadera representación, el populacho siempre gritará en favor del "gran líder". Porque el populacho odia a la sociedad de la que está excluido tanto como al Parlamento en el que no está representado. Por eso los plebiscitos, con los que tan excelentes resultados han obtenido los modernos dirigentes del populacho, son un viejo concepto de los políticos que confían en él.
Cuando a la hora de nuestro desarrollo profesional nos integramos en el mundo laboral, si no vemos realizadas nuestras expectativas buscamos un culpable para justificar nuestros fracasos. La vida está llena de grandes personas que sabían cuál era su camino: Newton, Ramón y Cajal, María Curie, Beethoven, Frida Kahlo, Goethe y un etc. interminable. Ahora bien, aunque todos no podamos ser como esos grandes genios, sí podemos, desarrollando nuestra imaginación, a base de interés, aplicarla en aquella disciplina para la que verdaderamente sintamos una inclinación natural.
Con estos tres ejemplos: religioso, político y laboral, solo pretendo razonar que si no somos conscientes de nuestro entorno y de nosotros mismos, fácilmente podemos hacer volar nuestras ilusiones y expectativas sobre una lúgubre caverna.

Manolo Quero 

3 comentarios:

emi dijo...

Comparto contigo tus opinioned aqui relatadas y te agradezco la frescura y dencillez con las que las expresas

Robles dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

NOTA: El comentario suprimido ha sido porque error había sido incluido como comentario al texto PENSAR PARA RAZONAR, cuando él, en sí mismo, es un artículo, con el título: PENSAR, ¿PARA QUÉ?
Podéis leerlo un poco más arriba, si ya no lo habéis hecho
Manolo Quero