martes, 9 de septiembre de 2014

LA NACIÓN (I)

Mi punto de partida es el de un cosmopolita ingenuo: dialogo mediante la lectura con humanes japoneses, afganos, rusos o de cualquier otro sitio, me emociono con la música de compositores de otras épocas y/o lugares, admiro paisajes, ciudades, películas,.. sin que su ubicación sea para mí más que una curiosidad. Al mismo tiempo me inquietan los enardecimientos grupales alrededor de un equipo, un desfile o una bandera y la identificación incluso vasallaje que los individuos establecen con ese ente abstracto, pero intuyo que ahí se esconde algo humano y remoto. Digo todo esto para que se entienda que me enfrento al concepto de “nación” con ánimo de entender pero con “prejuicios” que espero disolver o consolidar. Enseguida me doy cuenta de que la tarea me rebasa: a mi desconocimiento se une la complejidad y extensión del tema, sin terminología ni conceptos comunes, y el carácter peculiar como ideología política del nacionalismo, distinta de los otros ismos que responden a la pregunta sobre cómo se gobierna o tendría que gobernarse una sociedad; el nacionalismo responde a la pregunta de quienes son los individuos que componen la sociedad, fijando una relación de identidad entre el individuo, la sociedad-nación y el estado (Miquel Caminal: Nacionalismo y federalismo en Ideologías y movimientos políticos contemporáneos). Me he dado cuenta también de que hablar de nación sin hacerlo de nacionalismo es como hablar de dios y no considerar la religión.
 
  En la Antigúedad no existía la palabra ni el concepto de nación… Hasta finales del s.XVIII y principios del XIX no aparece la palabra “nación” en su sentido actual. La noción de nación y la más o menos equivalente de pueblo tuvieron su origen en el romanticismo. Ambas nociones adquirieron protagonismo por primera vez con la Revolución francesa, un movimiento complejo, que conllevó tanto ideas ilustradas como las de libertad y derechos humanos, como la idea romántica de nación, e incluso de la Grande Nation, Francia. Napoleón fue el principal exportador de la idea de nación, que pronto se extendió por toda Europa y América. Más tarde, el colonialismo europeo la difundió por África y Asia, donde nunca había existido con anterioridad… El concepto de nación es confuso y ambiguo. Nadie es capaz de definir con un mínimo de precisión qué diantres es una nación ni de contar cuántas naciones hay o de confeccionar su lista. Muchas veces se utiliza como sinónimo de Estado. La nación fue inventada por los románticos, como J.G. Herder, a los que molestaba la complejidad étnica y cultural de la población real existente, y que soñaban con una entidad misteriosa, al mismo tiempo abstracta -una especie de población ideal inexistente, étnica y culturalmente homogénea- y viva, dotada de atributos personales, como carácter, alma, lengua y religión. Este tipo de conceptualización -la personificación de abstracciones- es típico del pensamiento animista y arcaico. Herder hablaba del “animal nacional”, de la “fisiología nacional” y del “alma del pueblo”… Desde el principio, hubo una diferencia entre la concepción francesa y la alemana de la nación, al menos a nivel retórico. En el caso francés, el Estado precede a la nación y la construye. En efecto, la nación francesa se construyó conscientemente desde el Estado francés, surgido de la Revolución y empapado de los ideales de la Ilustración. Por eso, el nacionalismo republicano frncés incluyó en su retórica inicial ideas universales, como la razón natural, frente al espíritu del pueblo de Herder, de carácter tribal y emotivo. El romántico Herder despreciaba la racionalidad, lo universal y cosmopolita, a lo que oponía la pasión irracional por lo propio, el patriotismo sentimental y el flolclore. Los nacionalistas alemanes consideraban que la nación precede al Estado, y, en efecto, la difusión de las ideas nacionalistas pan-alemanas precedió a la creación posterior de un Estado alemán unificado.. En resumen, no sabemos lo que es la nación. Decir que la nación tiene lengua, raza, religión o alma es tan absurdo como decir que tiene hígado, grupo sanguíneo o dolor de muelas, y nos hace caer en el error categorial de atribuir predicados fuera de su ámbito de aplicación… (Jesús Mosterín: La cultura de la libertad)

Nación política, cultural y jurídica: el pensamiento político ha utilizado dos vías para relacionar individuo y comunidad, la voluntad y la identidad. Para la primera el fundamento de la nación radicaría en la voluntad de los individuos que la integran. El hombre no es, decía Renan, esclavo de su raza, ni de su lengua, ni de su religión, ni del curso de los ríos, ni de las “fronteras naturales” de las montañas. Una agregación de hombres crearía una conciencia moral que se denominaría nación(política). Personas de distintas etnias, religiones, lenguas o culturas podrían formar parte de la misma nación política. La nación cultural nació como una respuesta al cosmopolitismo abstracto y uniformador del pensamiento racionalista. Para Vico y Herder, la historia, las costumbres, la religión, la cultura y en especial la lengua, eran los rasgos diferenciales de un pueblo, aquellos que le dan identidad y permanencia. Fichte en sus “Discursos a la nación alemana” convirtió las tesis de Herder en un proyecto político nacionalista; había que crear las condiciones educativas que permitían poseer y extender la conciencia nacional. El amor a la patria era fundamento del propio estado. Fichte tuvo una gran influencia en toda Europa. Su teoría actuó de forma centrípeta en aquellos territorios donde la nación cultural sobrepasaba la división estatal como Alemania o Italia, y de forma centrífuga en aquellos territorios donde el estado reunía una pluralidad de naciones culturales, como el Imperio austro-húngaro o España. La nación jurídica es el conjunto de personas que están vinculadas por ley como ciudadanos de un estado; toda persona forma parte hoy de un estado. El derecho es lo que da y garantiza la ciudadanía, la pertenencia a un estado, y lo que hace que los ciudadanos estén sujetos a derechos y deberes. Es la realidad del mundo contemporáneo y ha conducido a un uso generalizado e indistinto de las palabras Estado y Nación. La consideración del estado como un artificio frente a la nación cultural ha sido uno de los errores o ingenuidades de los defensores de la nación como un ente orgánico, biológico o natural, pero así sucede si no se consigue hacer de la nación jurídica una realidad cultural con una voluntad política común. Todos los estados nacionales han pretendido la cohesión cultural (lengua oficial de obligado conocimiento, conciencia nacional..).(M.C.)

Michael Ignatieff en su interesante libro “Sangre y pertenencia: viajes al nuevo nacionalismo” de 1993 nos habla de nacionalismo cívico y étnico. El primero mantiene que la nación debe estar formada por todos aquellos que suscriben el credo político de la nación, independientemente de su raza, color, fe, género, lengua o etnia. Considera a la nación como una comunidad de ciudadanos iguales poseedores de derechos, unidos por un vínculo patriótico a un conjunto compartido de usos y valores políticos. Lo que mantiene unida a la sociedad no son unas raíces comunes sino la ley. Al suscribir un conjunto de procedimientos y valores democráticos, los individuos pueden combinar el derecho a vivir sus propias vidas con la necesidad de pertenecer a una comunidad. Esto, a su vez, asume que la pertenencia a una nación puede ser en cierto modo un vínculo racional. La invasión y ocupación napoleónicas de los principados alemanes en 1806 desató una ola de furia patriótica y retórica romántica alemana contra el ideal francés del estado nación. Lo que convertía en un hogar a la nación eran las características étnicas preexistentes: lengua, religión, costumbres y tradiciones. Todos los pueblos que en Europa en el XIX estaban bajo el dominio de un imperio (los polacos y bálticos bajo el yugo ruso, los serbios bajo el turco, los croatas bajo el Habsburgo) miraron al ideal alemán de nacionalismo étnico al articular su derecho a la autodeterminación. El nacionalismo étnico defiende que los vínculos más profundos de un individuo son heredados, no elegidos. Es la comunidad nacional la que define al individuo, no los individuos los que definen la comunidad nacional. Antonio Domínguez

1 comentario:

Anónimo dijo...

Precioso el artículo, Antonio. Sí me gustaría agregar los totalitarismos como un grave problema del nacionalismo. Hannah Arendt en Los orígenes del totalitarismo dice: "El gobierno totalitario siempre transformó a las clases en masas, suplantó el sistema de partidos no por la dictadura de un partido, sino por un movimiento de masas, desplazó el centro del poder del ejército a la policía y estableció una política exterior abiertamente encaminada a la dominación mundial".