Krishnamurti
Él había sido un hombre muy
conocido. Yacía moribundo en la casita
que había detrás del muro, y el pequeño jardín, antes bien cuidado, ahora
estaba desatendido. El hombre se hallaba rodeado por su esposa, sus hijos y
otros parientes cercanos. Podrían pasar algunos meses o aun más antes de que
muriera, pero todos ellos estaban alrededor de él y la habitación se sentía
cargada de pena.
Cuando entré, pidió a todos que
salieran, cosa que hicieron de mala gana, excepto un niño que se entretenía con
algunos juguetes en el suelo. Una vez se fueron, el hombre me señaló una silla
y permanecimos algún tiempo sentados y sin decir una palabra, mientras los
ruidos de la casa y de la calle atestada penetraban en la habitación.
Habló
con dificultad: “Usted sabe, durante cierto número de años he pensado
muchísimo acerca del vivir y aún más acerca del morir, porque he padecido una
prolongada enfermedad. ¡La muerte parece una cosa tan extraña! He leído
diversos libros que tratan este problema, pero todos ellos eran más bien
superficiales.”
¿Acaso no son superficiales todas
las conclusiones?
“No estoy tan seguro. Si uno pudiera llegar a
ciertas conclusiones que fueran profundamente satisfactorias, estas tendrían
alguna importancia. ¿Qué hay de malo en llegar a conclusiones en tanto sean
satisfactorias?”
No hay nada de malo, pero ¿no dibuja
eso un horizonte engañoso? La mente tiene el poder de crear toda clase de
ilusiones, y parece muy innecesario e inmaduro quedar atrapado en ellas.
“He vivido una vida bastante rica y he seguido lo
que pensaba era mi deber, pero por supuesto soy humano. De cualquier modo, esa
vida ya ha pasado, y aquí estoy, hecho una cosa inútil; pero por fortuna mi
mente todavía no ha sido afectada. He leído mucho y aún estoy ansioso como
siempre por saber que ocurre después de la muerte. ¿Continúo, o no queda nada
cuando el cuerpo muere?”
Señor, si puedo preguntarlo, ¿por
qué le interesa saber que hay después de la muerte?
“¿No quieren saberlo todos?”
Probablemente, sí,
pero, si no sabemos que es el vivir, ¿cómo podemos saber qué es la muerte? El
vivir y el morir quizá sean la misma cosa, y el hecho de que los hayamos
separado puede ser una fuente de gran dolor.
“Soy consciente de lo que usted ha dicho acerca de
todo esto en sus pláticas, pero todavía quiero saber. ¿No tendría usted la
bondad de decirme qué sucede después de la muerte? No se lo repetiré a nadie.”
¿Por qué se esfuerza
tanto en saber?¿Por qué no permite que exista todo el océano de la vida y la
muerte, sin hurgar con un dedo en él?
“No quiero morir”,
dijo él tomándome de la muñeca. “Siempre le he tenido miedo a la muerte;
y aunque he tratado de consolarme con explicaciones racionales y creencias,
éstas sólo han actuado como un delgado barniz sobre esta profunda agonía del
miedo. Todas mis lecturas acerca de la muerte han sido un esfuerzo para escapar
de este miedo, para encontrar un modo de salir de él, y por la misma razón
ahora pido saberlo.”
¿Podrá algún escape
liberar a la mente del miedo?¿Acaso no engendra miedo el mismo acto de escapar?
“Pero usted puede decírmelo, y lo que diga será
verdadero, y la verdad me liberará...”
Permanecimos en
silencio un rato. Enseguida volvió a hablar.
“Este silencio fue más curativo que todas mis
ansiosas preguntas. Quisiera poder permanecer en él y morir tranquilamente,
pero mi mente no me lo permitirá. Mi mente se ha vuelto tanto el cazador como
lo cazado. Estoy torturado. Sufro un agudo dolor físico, pero eso no es nada
comparado con lo que ocurre en mi mente. ¿Existe una continuidad identificada
después de la muerte? Este “yo” que ha disfrutado, sufrido, conocido,
¿continuará?”
¿ Qué es este “yo” al que se aferra su mente y
que usted quiere que continúe? Por favor, no conteste; sólo escuche
tranquilamente, ¿lo hará? El “yo” existe sólo a causa de la identificación con
la propiedad, con un nombre, con la familia, con los éxitos y fracasos, con
todas las cosas que usted ha sido y desea ser. Usted es aquello con lo que se
ha identificado, está compuesto de todo eso, y sin eso, usted no existe. Es
esta identificación con las personas, la propiedad y las ideas, lo que usted
quiere que continúe más allá de la muerte. ¿Es algo viviente eso?¿O es sólo una
masa de deseos contradictorios, búsquedas, realizaciones y frustraciones con el
dolor excediendo siempre a la felicidad?
“Puede ser lo que usted sugiere, pero es mejor que
no saber nada en absoluto.”
Mejor lo conocido
que lo desconocido ¿no es así? Pero lo conocido es tan pequeño, tan
insignificante, tan restrictivo. Lo conocido es dolor y, sin embargo, usted
ansía que continúe.
“Piense en mi, tenga compasión, no sea tan
inflexible. Si sólo supiera, podría morir dichosamente.”
Señor, no se
esfuerce tanto en saber. Cuando todo esfuerzo por saber llega a su fin,
entonces existe algo que no ha sido creado por la mente. Lo desconocido es más
inmenso que lo conocido; lo conocido es como una barca en el océano de lo
desconocido. Deje que todas las cosas sigan su curso y sean.
Su esposa entró en
ese instante para darle algo de beber y el niño se levantó y salió corriendo de
la habitación, sin mirarnos. Él le dijo a su esposa que cerrara la puerta al
salir y que no dejara que el niño entrase otra vez.
“No me preocupa mi familia; he cuidado de su futuro.
Es mi propio futuro el que me interesa. Sé en mi corazón que lo que usted dice
es verdadero, pero mi mente es como un caballo que galopa sin jinete. ¿Me
ayudará usted, o estoy fuera de toda ayuda posible?”
La verdad es una
cosa extraña; cuanto más la perseguimos, más nos elude. Usted no puede
capturarla por ningún medio, no importa cuán sutil e ingenioso sea; no puede
retenerla en la red de su pensamiento. Dese cuenta de esto y deje que todo
transcurra. En el viaje de la vida y la muerte uno debe marchar solo; en este
viaje no puede uno encontrar ayuda en el conocimiento, en la experiencia, en
los recuerdos. La mente debe depurarse de todas estas cosas que ha acumulado en
su vivo deseo de seguridad; sus dioses y sus virtudes deben ser devueltos a la
sociedad que los engendró. Tiene que haber soledad completa, incontaminada.
“Mis días están contados, me falta el aliento, y
usted me está pidiendo algo muy difícil: que muera sin saber que es la muerte.
Pero he sido bien instruido. Debo dejar que mi vida sea, y puede que sobre ella
caiga una bendición.”
“Comentarios
sobre el vivir”. Jiddu Krishnamurti
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