jueves, 19 de mayo de 2011

LOS PAYASOS Y LA FILOSOFÍA

PAYASOS

Cepillándome los dientes, tuve una ocurrencia. (¿Por qué especifico “cepillándome los dientes”? Igual que hay gente que canta estupendamente sólo en la ducha, yo tengo las ocurrencias en la lucha con los dientes: será porque el cerebro, cercano a la dentadura, se anima y se descama también un poco, y como que funciona...) La ocurrencia ha sido decir algo de “mi despedida del mundo de los payasos”... Otra despedida en ciernes, una de las más dolorosas, me temo...

Allá por el año 1956, [¡¡“17 años tiene la criatura y yo no me espanto de tanta locura”!! como decía el gran filósofo andaluz Manolo Caracol] cuando casi todos mis exalumnos estábais en el seno de Abraham, es decir, erais una mera posibilidad remota entre las millones de posibilidades que se les iban a presentar a vuestros padres gracias al azar y a sus proyectos y decisiones, yo caí –también por azar y por alguna pequeña decisión de alguna gente- en un internado muy serio de una Facultad de Filosofía muy seria, en las húmedas orillas de un Cantábrico casi siempre con mal tiempo, que desde Septiembre a Junio no tenía más que dos semanas de vacaciones en Navidad. Para no morirse de asco la gente se inventaba mil actividades “internas”, una de las cuales era tener “una pareja de payasos oficial”. Aquel año terminaron su licenciatura con sus compañeros de curso los que se llamaban “Hermanos Flores”, unos payasos estupendos... Y buscaron otros dos entre los novatos que empezábamos. Y en un momento de obnubilación, a pesar del “susto escénico” dije que sí para formar la pareja de Tontos oficiales con un asturiano, Miguel de Francisco. Nuestro primer número fue, recuerdo, investigar como Sherlock Holmes, él, y Watson, yo, detectives “en coña”, los líos graciosos de aquel trascendente antro donde estudiábamos... Luego nos pasamos al modelo tradicional de “Augusto & Clown” y ya no me pude librar de esta manía. ¿Por dónde andará mi compañero De Francisco? Ni idea, qué pena... Era listo, listísimo, el muchacho, y nos lo pasábamos en grande.

Luego conocí personalmente a payasos muy buenos: Nock el suizo, que hacía tonterías en el alambre -era un magnífico funambulista- sobre la jaula de los leones..., Emy, Goty y Cañamón, tan tristes ellos, los hermanos Tonetti (el blanco se fue de la vida trágicamente), etc. etc.

Desde esa época, tan lejana ya, han sido pocos los años donde por unas cosas o por otras no me he transformado en payaso durante unas horas, siempre acompañado por uno o dos locos también con los que montaba el numerito... Juan Jiménez, José María Morilla, Pepe Salvatierra, Javi Santos, mi hija María la holandesa y un larguísimo etcétera que culminó últimamente con Los Colgate, luego Los Impresentables: Iñaki Erdocia, Manu el Piñata, Javi-Poli, Marta, las Anas, Paula, Alfonso, Carla... y tantos otros y otras. ¡Qué buenos ratos hemos echado y se los hemos hecho pasar a mayores y pequeños! Y sobre todo, lo bien que nosotros lo hemos pasado.

“¡Eres un payaso!” se le dice a alguno que mete la pata... “¡Vaya payasos que están hechos los políticos!” ... Pues nosotros decimos “¡Soy un payaso!” y a mucha honra. Cuando te estás poniendo la escafandra (el maquillaje), te embutes en el traje espacial (los pantalonazos, el chaquetón, los guantes...) y acabas enchufándote al oxígeno (la narizota) eres como un viajero espacial, un astronauta, o casi un “extraterrestre” que ve el planeta desde otra dimensión, con otro color, donde nada es horroroso sino bello, gracioso, amable, y así se lo quieres comunicar a los que están arrastrándose por la dura vida humana. Cuando de nuevo estás volviendo “a la vida ordinaria”, mientras te quitas las pinturas, los trajes, los zapatones, es como entrar en la cámara de descompresión y notas como un escalofrío...

La gente cree que se está riendo de ti, y eres tú quien te estás riendo de todo para que nada nos agobie demasiado. Y no es lo mismo hacer gracia, comunicar alegría y optimismo, saberse reír de uno mismo y de todo lo absurdo que nos rodea que “hacerse el gracioso”, ridiculizar por molestar, abusar del afán de protagonismo. “Gracia”, járis en griego, significa don, regalo, oferta de algo gozoso, bueno y gratuito. ¿No estamos faltos de todo esto?

Pues que no decaiga. Yo estoy a punto de “ser retirado” –por el desgaste inevitable de la vida- de esta historia que en mí no es profesión, sino manía, desahogo, gusto (¡Gusto para el Augusto!). Pero otros muchos tienen que seguir. ¿Quién se anima? La noticia de que Iñaki, con su Sábado Noche, ha entrado en el Olimpo de los payasos es una de las alegrías que me voy a llevar al Mayor Espectáculo del Supramundo…

Enrique Robles, (a) BONIATO HORTERA, de "Payasos sin Fronteras" (puede que exista esta ONG; si no, hay que crearla)

2 comentarios:

Paloma dijo...

¡Bravo, Enrique! Lo has conseguido al fin, y la espera ha merecido la pena. Yo también quisiera ser payasa...y te envidio. Pero no tengo ese disfraz. ¡Que suerte tú! Es lo mismo que les digo a los creyentes...¡Que suerte tener fe! Yo ando en una carrera de obstáculos sin fin, saltando vallas lo mejor que puedo, intentando no caerme y tropezar lo menos posible, y vestida sólo con mi camiseta y a veces una botellita de agua...Por eso, ver de vez en cuando algún payaso en medio del estadio que te haga sonreír, te anime y te dé una palmadita en el hombro es el único consuelo que hace menos extenuante la carrera. ¿Por qué vas a jubilarte de payaso? ¡Hay tan pocos! Claro que hay una ONG que se llama "Payasos sin fronteras"...¿Cómo no? Tú tienes tu traje y mucho oficio...No lo dejes nunca.

excasitodo dijo...

Ejemplo magnífico de lo dicho: la actuación en el Ateneo el viernes pasado, 27 de mayo, de "SÍNDROME CLOWN"...