lunes, 12 de septiembre de 2011

¿Cómo afrontar el deterioro personal?

Con independencia de posiciones filosóficas establecidas (estoicismo, hedonismo, existencialismo...), describo mi experiencia y conclusiones personales sobre el tema:

Con veintiséis años sufrí un accidente de tráfico con consecuencia de traumatismo cráneo-encefálico y estado de coma durante nueve días. Podía haber muerto de demorarse una intervención quirúrgica que me salvó.
El traumatismo me produjo parálisis de los miembros derechos y facial derecho, además de sordera irreversible del oído derecho.
Obviamente se truncó mi juventud. Antes corría a diario varios kilómetros y practicaba otros deportes, así como el baile discotequero.

Mi primera actitud, una vez tomé conciencia de mi situación, fue aprovechar toda la ayuda médica y familiar, con la que afortunadamente conté, para recuperarme.
Tras siete meses de rehabilitación funcional podía andar y escribir con dificultad, pero yo no era ni por asomo el de antes. Sin embargo estaba en condiciones mínimas de volver a mi trabajo (profesor de matemáticas en instituto de bachiller) y no dudé en hacerlo en cuanto me dieron el alta hospitalaria. Quería retomar mi vida y volver a ser independiente.

Parte de mis amistades se «enfriaron» debido a que ya no podía compartir con ellos las actividades que nos unían. Mi «compañera» me abandonó, humillándome.
Caí en una depresión (según estudié, frecuente en situaciones post-traumáticas), pero rápidamente supe que tenía que levantarme de nuevo (esta vez, psíquicamente). Así que como antes busqué ayuda médica e hice por recuperarme lo que logré en pocos meses, tras los cuales me replanteé mis relaciones personales y mi conexión con el mundo.

De mi psiquiatra aprendí que la vida es disfrutar de la respiración y dejarse llevar por lo que venga, con juicio por supuesto. Mantener unos valores sin caer en el fanatismo y ser tolerante con los demás y con uno mismo. Sobretodo no esperar ni de uno mismo ni de los demás ninguna perfección, cosa que, para un joven como yo entonces, fue un gran paso. Disfrutar de lo pequeño y cotidiano sin esperar lo excepcional.
Gracias (en parte) a toda esta experiencia establecí mi propia familia pocos años más tarde, teniendo ciertas ideas de cómo formar a mis dos hijos. Ideas que estimo han funcionado y de cuyo resultado estoy contento.

Las consecuencias de aquel accidente reaparecieron años más tarde cuando en un análisis rutinario me descubrieron «hepatitis C», consecuencia de las transfusiones de sangre que me hicieron tras el traumatismo. Asintomática durante mucho tiempo, pero letal a largo plazo, no podían tratarme esta enfermedad en ese momento, pues la medicación (por mis antecedentes neurológicos) podía generarme epilepsia).

Quince años de espera al tratamiento, durante los que, siendo sincero, no tuve la más mínima inquietud por mi futuro. Me decía a mi mismo «el día que esto de la cara, pues me voy con la satisfacción de haber vivido una segunda vida».
Por fin apareció una variante de «Interferón» de menos efectos secundarios con la que me trataron, eliminando la hepatitis pero dejándome como secuelas convulsión esporádica en los miembros derechos y una nueva depresión, psíquica y física.

De consecuencia no me dejaron otra opción que la «incapacidad laboral permanente», o sea otro cambio radical en mi vida forzado por mis circunstancias de deterioro personal.
Bueno, pues lo encajé (con algunos «bajonazos» breves) y ahora pienso que lo importante en la vida es vivir el momento sin pensar en «el final».

Cada uno debe encontrar su propia motivación para levantarse cada mañana y procurar el mayor ámbito vital que le sea posible. Quiero decir con ésto: hacer todo lo que uno pueda y no ceder al abandono, mantener cierta disciplina vital en lo físico y en lo psíquico, aprovechando todas las posibilidades que se tengan en cada momento. La nostalgia de cómo fue uno no ayuda. Saber cómo se es en el ahora y aprovecharlo es lo que importa.

«Destilar» las propias emociones es fundamental. Nuestro bienestar psíquico y también físico depende en mucho de ellas. Hay que aprender a reconocerlas, saber a qué se deben y cómo controlarlas y trasformarlas en positivas.
Desarrollar la serenidad y la conciencia de uno mismo, saber despegarse de lo circunstancial es el modo de mantener la paz interior por encima de percances. La meditación (yoga) coloca la conciencia personal en otro nivel, ajeno a la percepción sensible.

La mejor cura es la prevención. Por lo común se tiene una vejez acorde (en las consecuencias) con la vida que se ha llevado. Así que uno debe elegir, aunque no se garantiza desde luego el resultado.

El sueño: parte importante de la medicina moderna considera que el organismo humano tiene el sueño como finalidad propia. El resto de actividades, en la vigilia, se realizan para poder dormir. En el sueño nos realizamos como seres vivos superiores. Creo que sobran comentarios, el sueño hay que cuidarlo como el principal tesoro de la salud, y ayudarse con lo necesario para disfrutar de un sueño regular.
El geriatra: durante la vida nos dejamos ayudar por diversos profesionales de la Medicina. En la vejez el geriatra es el indicado.
El entorno afectivo: a medida que nos vamos haciendo ancianos necesitamos más afecto de los próximos. Se cosecha lo que se siembra..., en cantidad y en calidad. Reconocimiento y prestigio no es igual a afecto. Los ancianos necesitan contacto físico con sus allegados.

Enrique H.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso, Enrique. Muy bonita tu exposición.
Sí me gustaría ampliar “el sueño” como lo describe Platón: “…cuando un hombre observa una conducta sobria y arreglada; cuando antes de entregarse al sueño reanima la antorcha de su razón, alimentándola con reflexiones saludables, conversando consigo mismo; cuando, sin saciar la parte animal, le concede la que no puede rehusarse, para que se tranquilice y no turbe con su alegría o su tristeza la parte inteligente del alma, sino, antes bien, la deje sola,, desprendida de los sentidos, para continuar en sus curiosas observaciones sobre lo que ignore de lo pasado, de lo presente y de lo venidero; cuando este hombre, apaciguada así la parte en que reside la cólera, se acuesta tranquilo y sin resentimiento contra nadie; en fin, cuando todo duerme en él menos su razón, que se mantiene despierta, entonces el espíritu ve más la verdad, se intima con ella, y no se siente turbado por fantasmas impuros y sueños criminales”.

Matilde dijo...

Tuve tiempo de calibrar tu calidad humana y "tu alegría de vivir" durante el viaje de la Selva Negra, me reafirmo en ello y con la bocanada de aire fresco que me supone tu reflexión te agradesco tus comentarios, tu estar. Gracias de nuevo, Matilde

excasitodo dijo...

No sabes lo que me alegro, tocayo, de haber sugerido el tema del deterioro para la próxima Copa-Filo al leer tus reflexiones, mejor, tu testimonio tan hondo, sufrido y fecundo. Todo lo que dices vale, y mucho, para cualquier hundimiento personal que nos toque vivir, sea el de la enfermedad grave e imprevista, el de la soledad feroz no buscada, el del lento avance de la vejez inminente e imparable. Seguiremos poniendo en común nuestras vivencias y cavilaciones para, dentro de lo posible, seguir "respirando" con ese espíritu que te recomendaba tu médico. Gracias a tope, Enrique.

La Cuchara de Pepe dijo...

Una reflexión muy interesante y lúcida y sobre todo extraordinariamente hermosa por ser tan personal. Es de nuestra experiencia de donde realmente se sacan las mejores y peores cosas y aquí tu nos has reflejado las tuyas. Gracias por compartirlas y por hacernos participes, y con ella aprender con y en la experiencia. Un saludo.

Esteban Moreno dijo...

Me encuentro a gusto con tus reflexiones,Enrique, por la sinceridad y la profundidad que transmiten. Considero que todo deterioro tiene algo de relativo, ya que abre perspectivas nuevas que no habíamos previsto en nuestros planes vitales, especialmente cuando es lo físico quien marca nuestros ritmos. La grandeza está en ver y vivir lo nuevo, atreverse al desafío y contar con la nueva situacón física. Tu experiencia puede mostrarnos que "otros deterioros" pueden resultar más problemáticos y, a la larga, más dañinos.
Gracias por compartir.

Maribel dijo...

Ya en las pequeñas charlitas que tuvimos subiendo por las calles empedradas y humedas, a veces bajo el paraguas,de la Selva Negra intuí que estaba conociendo a una gran persona. Ahora constato la generosidad que posees al ofrecernos tu recorrido personal del que todos y todas sin duda alguna podremos aprender. Mil gracias Enrique. Seguiremos hablando.
Aprovecho también este espacio para agradecer a quienes componeis la Copa Filo ,la constancia, la seriedad y el tesón en hacer llegar vuestras interesantes reflexiones al Blog; Es otra forma de generosidad.

Enrique Hoyos dijo...

Muy agradecido a los comentaristas por vuestras bellas palabras. Sinceramente no esperaba más que mi experiencia personal pudiese servir de consuelo y alguna utilidad a quienes pasen por malos trances.
Un fuerte abrazo a todos.