jueves, 29 de septiembre de 2011

Rasguños al tema que nos ocupa




Un mandato genético: sobrevive
Una ventaja evolutiva: la razón
Un peligro: la razón cuestiona el mandato

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Confieso que de muy joven, cuando leí "El mito de Sísifo" de Albert Camus, su inicio me impresionó: "... No hay mas que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía.  Las demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías, vienen a continuación. Se trata de juegos; primeramente hay que responder...."
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La vejez, la enfermedad, el deterioro físico o mental añaden limitaciones a las que ya de nacimiento tenemos (no volamos, no vivimos doscientos años, carecemos de talento, belleza o salud, ...) y a las que nuestra vida social y compromisos nos  han ido incrementando. De modo que  la pregunta de Camus no queda contestada de una vez por todas, es siempre pertinente y puede que apremiante, pero no creo que las condiciones físicas  sean determinantes en la contestación.

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La obsesión actual por la "felicidad" (concepto solo subjetivo) llena las estanterías de libros de autoayuda, da origen a  un gran número de sectas, listas de consejos y recetas (de siquiatras, poetas, asesores espirituales,...), ideologías, iglesias... que nos prometen esa ansiada "felicidad" para nosotros, para la sociedad venidera o en otra vida... Lo malo es que casi siempre recurren al autoengaño, ese viejo subterfugio  humano. A muchos les sirve. A mí, confieso que una "felicidad" basada en la simulación o incluso en la mentira me es completamente imposible. Diría más, si buscando el conocimiento esa "felicidad" se resiente, allá ella.
(Cicerón: "Nadie que experimente incertidumbre en asuntos de máxima importancia puede ser feliz. Por tanto nadie puede ser feliz")

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Huyamos de esa euforia perpetua (Bruckner) que se nos quiere imponer. Benditos el cansancio, la tristeza, la melancolía, el aburrimiento, el sueño,.. que son parte ineludible de nuestra existencia. Se alternan con el gozo, la alegría, el placer...
Hay tantas cosas que hacer (conocer, actuar éticamente, amar) que no perdamos demasiado tiempo pensando en nuestra felicidad.

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La vejez (y el deterioro y la enfermedad) son casi exclusivamente humanas. La naturaleza no es atenta con esas situaciones de los seres vivos pero nuestra segunda naturaleza, la cultura, nos las ha proporcionado y también muchos paliativos para ocasionales contratiempos. Los años me han enseñado que las cosas a una determinada edad no son como parecían en otra más temprana. Lo que hoy nos parece baladí, incluso detestable, puede parecernos después apreciable y al revés. La pérdida o disminución del apetito o potencia sexual, por ejemplo, acompaña al paso de los años y eso a muchos les parece inadmisible o frustrante pero  otros  lo viven como una liberación; así recuerdo habérselo oído decir a alguien tan poco mojigato como Buñuel o al bailarín Gades. La  potencialidad humana es muy grande e impredecible su efecto. Ya veremos. 
(Acabo de ver en la televisión a un coro de afectados por el Alzheimer cantando y claramente disfrutando con esa actuación, algo que muchos de ellos no hubieran sospechado en su juventud).

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Groucho Marx: "Seamos optimistas: las cosas no pueden empeorar"

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