EL HUMOR desde EL ACTOR CÓMICO (C’est moi)
Ver “GROUCHO Y YO” por Groucho Marx, cap. VIII, “Un trovador
ambulante: yo”
No estoy seguro de cómo llegué a ser un comediante o un
cómico. Quizá no soy un cómico. No vale la pena discutir este punto. En todo caso,
me ha ido muy bien en la vida durante muchos años haciéndome pasar por un
cómico. Cuando era chico, no recuerdo haber conmovido a nadie con mi ingenio.
Soy un individuo muy cauto y no tengo el deseo ni los medios de analizar lo que
hace que una persona divierta a otra. He leído muchos libros de famosos
expertos que se dedican a explicar la base del humor e intentan describir lo
que es divertido y lo que no lo es. Dudo que ningún comediante pueda
honestamente explicar por qué él es divertido y por qué el vecino de la puerta
de al lado no lo es.
Creo que todos los comediantes llegan a serlo por esfuerzo y
por error. Ciertamente esto era verdad en los viejos tiempos de las variedades
y estoy seguro de que actualmente también es verdad. La mayoría de los grupos
consistían en un acto serio y en otro cómico. El actor serio cantaba, bailaba o
probablemente hacía ambas cosas. El actor cómico, por su parte, contaba unos
cuantos chistes sacados de otros números y otros pocos de los periódicos y de
las revistas cómicas (…) Supongo que ni siquiera existe un centenar de
comediantes profesionales de primera categoría, tanto hombres como mujeres, en
el mundo entero. Constituyen un material mucho más escaso y mucho más valioso
que todo el oro y todas las piedras preciosas que hay en el mundo. Sin embargo,
al hacer reír, no creo que la gente comprenda realmente cuán esenciales somos
para su salud. Si no fuera por el breve respiro que damos al mundo con nuestras
estupideces, el mundo vería suicidios en masa, en cantidades que aventajarían
comparativamente a la mortalidad de los conejos de raza “lemming”
Estoy seguro de que habrás oído la historia del hombre que,
enfermo y desesperado, va a un psiquiatra y le cuenta al doctor que ha perdido
su deseo de vivir y que está pensando seriamente en el suicidio. El doctor
escucha este relato lleno de melancolía y luego explica al paciente que lo que
necesita es reírse a gusto. Aconseja a aquel hombre desgraciado que vaya al
circo aquella noche y que pase la velada riéndose con Grock, el payaso más
gracioso del mundo. El doctor acaba diciendo:
-Después de que haya visto a Grock, estoy seguro de que
estará mucho más contento.
El paciente se levanta, mira apesadumbradamente al doctor,
se vuelve y va tambaleándose hacia la puerta. Cuando está a punto de salir, el
doctor le dice:
-A propósito, ¿cómo se llama usted?
El hombre se vuelve y mira al psiquiatra con ojos llenos de
tristeza.
(Enrique, ex casi todo, lo transcribió)
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