domingo, 20 de enero de 2013

LOS CÓMICOS TAMBIÉN COLABORAMOS


EL HUMOR desde EL ACTOR CÓMICO (C’est moi)

Ver “GROUCHO Y YO” por Groucho Marx, cap. VIII, “Un trovador ambulante: yo”

No estoy seguro de cómo llegué a ser un comediante o un cómico. Quizá no soy un cómico. No vale la pena discutir este punto. En todo caso, me ha ido muy bien en la vida durante muchos años haciéndome pasar por un cómico. Cuando era chico, no recuerdo haber conmovido a nadie con mi ingenio. Soy un individuo muy cauto y no tengo el deseo ni los medios de analizar lo que hace que una persona divierta a otra. He leído muchos libros de famosos expertos que se dedican a explicar la base del humor e intentan describir lo que es divertido y lo que no lo es. Dudo que ningún comediante pueda honestamente explicar por qué él es divertido y por qué el vecino de la puerta de al lado no lo es.

Creo que todos los comediantes llegan a serlo por esfuerzo y por error. Ciertamente esto era verdad en los viejos tiempos de las variedades y estoy seguro de que actualmente también es verdad. La mayoría de los grupos consistían en un acto serio y en otro cómico. El actor serio cantaba, bailaba o probablemente hacía ambas cosas. El actor cómico, por su parte, contaba unos cuantos chistes sacados de otros números y otros pocos de los periódicos y de las revistas cómicas (…) Supongo que ni siquiera existe un centenar de comediantes profesionales de primera categoría, tanto hombres como mujeres, en el mundo entero. Constituyen un material mucho más escaso y mucho más valioso que todo el oro y todas las piedras preciosas que hay en el mundo. Sin embargo, al hacer reír, no creo que la gente comprenda realmente cuán esenciales somos para su salud. Si no fuera por el breve respiro que damos al mundo con nuestras estupideces, el mundo vería suicidios en masa, en cantidades que aventajarían comparativamente a la mortalidad de los conejos de raza “lemming”

Estoy seguro de que habrás oído la historia del hombre que, enfermo y desesperado, va a un psiquiatra y le cuenta al doctor que ha perdido su deseo de vivir y que está pensando seriamente en el suicidio. El doctor escucha este relato lleno de melancolía y luego explica al paciente que lo que necesita es reírse a gusto. Aconseja a aquel hombre desgraciado que vaya al circo aquella noche y que pase la velada riéndose con Grock, el payaso más gracioso del mundo. El doctor acaba diciendo:

-Después de que haya visto a Grock, estoy seguro de que estará mucho más contento.
El paciente se levanta, mira apesadumbradamente al doctor, se vuelve y va tambaleándose hacia la puerta. Cuando está a punto de salir, el doctor le dice:

-A propósito, ¿cómo se llama usted?
El hombre se vuelve y mira al psiquiatra con ojos llenos de tristeza.


Boniato Hortera, ex casi todo, Enrique Augusto para los amigos

(Enrique, ex casi todo, lo transcribió)                                   

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