jueves, 21 de noviembre de 2013

Sobre Epicuro y su felicidad.

Asemejamos nuestra época a la de Epicuro y la decadencia de la polis griega.

¿Tan perdidos estamos?

Es cierto que nuestro actual modelo de organización social hace aguas por todos lados.
Su principal «agujero» es que el sistema social aliena a la gran masa humana fijando a los individuos unas metas falaces — en tanto que no atienden a las necesidades reales del individuo sino a los intereses de los grandes capitalistas que controlan la economía — e inicuas en tanto imbuyen la idea de la «competitividad» como valor central — y por tanto pretenden que cada individuo mire por «su bien propio» y desatienda las necesidades de los demás —.
Con esta alienación corre pareja la explotación del 90% (o 99%) por una minoría insignificante que hoy en día tan siquiera cumple el propósito de hacer que la economía se desarrolle, como hacía en décadas anteriores en que el progreso material repercutía en las grandes masas y no sólo en los propietarios de bienes de producción (aunque desigualmente, que duda cabe).
Si reflexionamos podemos estar de acuerdo sobre que en nuestra época no hay una caída de «grandes valores» como sucedió en la helenística. Más bien al contrario, en los últimos años se han difundido entre nuestra juventud valores de solidaridad y ayuda a los pueblos y gente marginada, respeto al medio ambiente, etc. frente al consumismo ciego y destructor de la naturaleza y culturas «antiguas».
Es buena la búsqueda de la felicidad por parte de cada cual. ¿A qué aspiramos si nos preguntamos a nosotros mismos en nuestro interior si no es a eso, a ser felices?

Pero, ¿qué es la felicidad?

Si buscamos en el diccionario de la RAE, Felicidad: Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien. Y a partir de ahí nos perdemos en las definiciones, ¿qué es un bien? El diccionario nos lleva al concepto de perfección... ¿qué es posesión? (2) Acto de poseer cosas incorpóreas, aunque en rigor no se posean. Ambigüedades y tautologías de las que el diccionario no nos saca.
La felicidad es algo subjetivo, aunque transmisible a otras personas en circunstancias apropiadas. En tanto la conciencia es efímera pues se circunscribe al instante presente, la felicidad también es efímera. El concepto de ataraxia, «tranquilidad de espíritu», «serenidad de la conciencia» o como cada cual lo quiera definir, es lo más próximo a la felicidad prolongada en el tiempo. Pero también nos damos por felices cuando vencemos alguna contrariedad, superamos algún reto, evitamos algún peligro. Del mismo modo cuando lo hacen personas a las que nos une el afecto.
En muchos de esos momentos no sentimos «serenidad» sino euforia, rebosamos de un contento contagioso a veces.
Tanto en las ocasiones en que nuestra felicidad se produce por algo acaecido a otros, como cuando transmitimos muestro gozo, se produce un fenómeno de empatía. Empatía que no podemos olvidar es algo con lo que hemos nacido, algo de lo que estamos hechos desde que establecemos relaciones, primero espontáneas, después reflexionadas con nuestro entorno familiar, vecinal, social.

La felicidad ¿se busca o se encuentra?

Podemos estar de acuerdo en que cualquier ser humano se formula unos deseos u objetivos para su vida, de mayor o menor alcance en el tiempo — más alcance temporal a medida que tenemos más edad, por lo común —.
En la medida en que esos deseos se ven satisfechos (o se cumplen esos objetivos) nos decimos felices.
Pero, ¿en el mientras? Si esperamos a satisfacer nuestros deseos para ser felices ¿tenemos que ser infelices hasta entonces? Es obvio el absurdo de plantearnos la felicidad como el momento de «estar en el pódium recibiendo los laureles de la victoria».
Tenemos que pensar en nuestra felicidad de cada día. Siempre hay algo que tenemos de lo que podemos disfrutar y en eso debemos fijarnos y valorarlo.
En el peor de los casos tenemos la vida, el poder respirar «con serenidad» al tiempo que somos conscientes de nuestra propia consciencia (existencia) y disfrutar de su equilibrio. Nos basta con darnos cuenta y una vez que hayamos aprehendido firmemente ese estado de consciencia nuestra vida tendrá un sentido diferente al convencional; ese es nuestro particular jardín de las hespérides. Quizás esta fuese la ataraxia de la que hablaba Epicuro.

¿Y si no logramos los objetivos que pretendemos?

¿Nos declararemos infelices? ¿Nos refugiaremos en la ataraxia? ¿Nos diremos simplemente que estábamos equivocados y tomaremos otro rumbo distinto, tal vez el contrario?
Me parece difícil creer que una persona aspire en la vida a cumplir determinados objetivos que se marque y no piense en su felicidad. Siempre hay grandes frases que hablan de que lo importante no es alcanzar la meta, sino seguir con empeño el camino hacia ella. Todos los venerados por sus luchas las tienen, al menos los que han luchado por la humanidad y no por causas injustas.
¿Y qué significa decir: Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa. (Mahatma Gandhi)?, como ejemplo de otras muchas...
Para mí está claro el mensaje: «sintámonos contentos por lo que hacemos, no tanto por lo que consigamos». Y esto lleva implícita la aspiración a la felicidad.

¿Podemos ser felices aunque los demás no lo sean?

Pregunta trampa, sin ninguna duda, y en la respuesta creo que difiero radicalmente de Epicuro y de todos los modernos hedonistas.
¿Podemos sustraernos a la infelicidad de nuestros semejantes y refugiarnos en nuestra ataraxia? Esta es una parte de la pregunta de este apartado. Mi respuesta personal es: rotundamente no. Aunque obviamente cada cual tiene su propia respuesta.
Hay quien se dice que haciendo porque estén bien sus familiares, amigos próximos, etc. es suficiente, los problemas de la nación, la humanidad son demasiado complejos para que uno pueda solucionarlos.
Pero desde mi punto de vista no podemos sustraernos a esos problemas. El no hacer para que cambie la situación actual es dejar que las cosas sigan el camino que marquen los que si tienen un gran poder de decisión, es estar de acuerdo tácitamente con ellos en que una gran parte de la humanidad siga en la pobreza, la calamidad y el dolor sin tener la menor posibilidad de poder respirar serenamente.
Nos queda por tanto un doble camino, el de la acción junto con otros muchos por cambiar la realidad social y económica y el de la búsqueda del ser interior que puede y debe ser el verdadero reposo del guerrero.



No hay comentarios: