Walter F.
Otto: Epicuro. Madrid: Sexto Piso, 2006.
Por Eugenio
Sánchez Bravo
Brillante
exposición de la filosofía de Epicuro a cargo del conocido filósofo de la
religión Walter F. Otto. Paradójicamente, Epicuro, el ateo materialista, es
para Otto, expresión filosófica de la presencia entre los griegos de lo divino
o lo sagrado. Del mismo modo que el espíritu griego vio la luz con los
dioses de Homero, Otto cree que en su ocaso las ideas religiosas de Epicuro son
una prueba clarísima de que nunca abandonaron los dioses a sus griegos.
Otto dedica la
primera parte del ensayo a deshacer los habituales malentendidos que rodean la
doctrina epicúrea. Roma y el cristianismo quisieron ver en Epicuro al defensor
del placer carnal, del carpe diem. Pero, por el contrario, el “placer”
que Epicuro demanda como supremo bien se refiere a la libertad y la autarquía.
Epicuro lucha por extirpar el miedo del alma humana para alcanzar la serenidad
del alma. Esta serenidad incluye una visión de lo divino ajena a las religiones
oficiales donde los hombres quieren poner a su servicio a un dios vengativo y
cruel.
En la segunda
parte del ensayo, más corta pero muy intensa, Otto desgrana la visión epicúrea
de lo divino: “seres vivos de presencia eterna y gracia inalterada”. Es decir,
el hombre sabio ha de tener siempre presente la indiferencia de los dioses
hacia los asuntos humanos. Esta indiferencia, en principio descorazonadora, es
garantía de libertad y autarquía para el que busca la serenidad del alma. La
recompensa para el sabio no deja de tener un aire heroico, homérico:
la protección
en el ser de los dioses que, en su elevada prominencia sobre el tiempo y
el espacio, reconocen a los hombres como sus iguales y los “acogen” en su
divino círculo de amigos. Así encuentra la serenidad del alma su consagración
en el ser de dioses pasivos. (pp. 88-89)
José Gil Rivero
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