Considerando, por diferentes motivos, la escasa conservación de su
producción literaria y siguiendo el texto de García Gual, podemos ver cómo Epicuro
en su filosofía nos sugiere que:
“La sociedad con su estructura
de poder amenaza el único bien auténtico del individuo: su libertad personal… por
ello, la Filosofía se hace menester de desconfianza de los valores reconocidos
por la retórica oficial y se refugia en la subjetividad individual… que sitúa el
fin de la vida en la felicidad de los placeres del mundo, los placeres básicos
son los del cuerpo, los de la carne; negando
cualquier providencia con sus efectos de temores y esperanzas.
Para Epicuro, el alma es también corporal y perece con el cuerpo, al
disgregarse sus átomos; y con respecto
a los dioses considera que existen,
pero no con fines modélicos ni teleológicos, sino como seres apáticos y
ociosos, arrinconados en los espacios inter-cósmicos.
Al hablar de justicia observa
que: “La considera como un contrato
recíprocamente ventajoso para evitar hacer o sufrir la injusticia,” defiende
la idea de: “pasad inadvertido por la
vida”. Algo que más de 2000 años después Henry D. Thoreau desarrolló como
“La teoría de la no violencia” y practicada por Martin Luther King y Mahatma
Gandhi.
Con esta filosofía no es
difícil entender que tuviera muchos detractores. Si se quiere comer del
"pesebre" habrá que dejarse pasar la mano por el "lomo".
Aunque hoy en día tenemos más
medios para ampliar nuestros conocimientos, siempre nos encontraremos con
nuestros propios miedos si carecemos de pensamiento crítico. Nuestras dudas nos
acompañarán y con ellas los temores por la pérdida de nuestros bienes, ya sean
, materiales o inmateriales
Para Epicuro el filosofar se caracteriza como la búsqueda
de un remedio contra la confusión de su época. La Filosofía es definida de modo característico como medicina del alma,
y el cuidado médico del alma es el oficio
del filósofo, que se transforma así
en un psiquiatra o psicoanalizador de una sociedad perturbada por el temor y la
servidumbre.
Es evidente que de la lectura
de Carlos García Gual sobre Epicuro cada cual sacará sus conclusiones, yo quiero
compartir las mías con todos vosotros.
Manolo Quero
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